"¿Para qué voy a irme, si tengo que regresar".

Juan Pablo Moreno

La vida es una serie de ciclos. Inicios, transcursos y finales que se suceden una y otra vez. Desde el nacimiento y hasta el fallecimiento, la vida es un ir y venir entre lo sano y lo enfermo. Entre ser egoístas y ser solidarios.

La vida es un péndulo que va desde el deseo de imponer nuestra opinión, hasta la renuncia a decir la última palabra. Desde el afanarse por controlar todo y a todos, hasta aprender a dejarse ir. Desde la cultura de la lotería (gasto mis pocos reales con la esperanza del gran premio), hasta la cultura del ahorro (me arropo hasta donde llega la sábana).

La vida es un ciclo de decisiones. Uno puede decidir profesionalizarse y convertirse en el mejor, y luego ser aquel que, a punta de canalladas, impida que otro sea el que surja. También se puede decidir dar las oportunidades a quien las necesita. Sigue siendo un ciclo, el primero lleno de alambre de púas, el segundo de brisa fresca.

La vida es una constante pérdida de la libertad, seguida de un inquebrantable luchar por recobrarla. Nuestra vocación es la libertad, pero es tan cómodo esclavizar y esclavizarse. Suena extraño, ¿verdad?

Ir y venir. Regresar al punto original. Entonces, ¿para qué tanto esfuerzo? ¿Es qué todo no es más que un espejismo? ¿Para qué voy a ir, si tengo que regresar? No es fácil responder, mucho menos sencillo. Aunque de repente, sí. Tal vez, el meollo del asunto es bien simple.

¿Para qué voy a ir, si tengo que regresar? Para volver más sabio; cada traspié sufrido, fue una oportunidad para ganar experiencia. ¿Para qué voy a ir, si tengo que regresar? Para volver más resuelto; cada decisión tomada, fue un martillazo que templó más nuestro espíritu. ¿Para qué? Para regresar más lleno de vida.