
Proto es un prefijo que proviene del griego. Su sentido denota lo primero, prioritario o preeminente. Sería entonces lo primerísimo, entendido como unidad básica y fundamental que da origen.
Infancia: Aunque puede decirse que la infancia, en sentido estricto, no se inicia hasta los tres-cuatro años, tradicionalmente se considera como infancia el primer período de la vida humana, que se extiende desde el nacimiento hasta la adolescencia. A veces se distingue entre la niñez, como fase del desarrollo biológico, y la infancia, como concepto más amplio que incluye tanto aspectos fisiológicos como psicológicos.
Durante nuestra primera infancia distinguimos una sensorialidad, sensibilidad y motricidad que aparece predominantemente dispersa, disgregada y fragmentada en su inicio, que va transitando por un largo camino hasta llegar a la construcción de un sentimiento de unidad, continuidad y cohesión de sí mismo, que constituye las raíces de la identidad personal.
El período al que propongo denominar protoinfancia parece pertinente estudiarlo y diferenciarlo tanto en sus cualidades globales como en sus procesos específicos, reconociendo su unidad genética y sus cambios cualitativos.
Aspectos
El desarrollo humano es un proceso de organización progresiva y de complejización creciente de las funciones biológicas y psicosociales.
Podemos definirlo como “un proceso de transformación en la convivencia”, en el cual distinguimos un conjunto de transformaciones estructurales, que pasan por interacciones al interior de nuestro organismo y por perturbaciones externas que generan progresivamente las conductas y habilidades que nos llevan a operar de un modo cada vez más autónomo y competente.
La motricidad
Desde la interacción cuerpo a cuerpo, envoltura indisociada –piel, olor, voz, mecimiento, ritmo, mirada y distancia– fluye el “diálogo tónico”. Constituye el pasaje -continuidad y ruptura- del “bebé” a “niño”.
La motricidad y la sensorialidad constituyen la base de la estructura y a su vez, la condición esencial y tal vez única de existencia del bebé, de sus relaciones con el entorno y de sus representaciones de sí y del mundo.
Todos los bebés utilizan su motricidad no solo para moverse, para desplazarse, para tomar los objetos o para expresar sus emociones sino, fundamentalmente, para ser y para aprender a pensar.
Las diferencias individuales del desarrollo de los niños están ligadas a la interrelación de todos los factores organizadores con el ritmo madurativo de cada uno, con el tiempo que cada uno se toma para el descubrimiento, la ejercitación y la utilización instrumental de múltiples aprendizajes.
El hecho que en todo momento el bebé pueda mantenerse activo, libre, con iniciativa, le permite resolver con pertinencia las tareas que a su nivel se plantea, experimentando sus competencias en la continuidad de su experiencia. Esto le ayuda a construir activa y sólidamente su imagen corporal, base fundamental de la elaboración de la imagen de sí y del sentimiento de unidad y consistencia de su yo.