Yo, como madre, amigos estudiantes: Ya les he dicho que soy enemiga de los sermones (que no lean esto mis hijos). La verdad es que a ellos les he dado miles a lo largo de sus vidas, pero ese es el papel de los padres.

Periodista de muchas batallas, me tomo la libertad de conversar con ustedes hoy, primer día de clases, para darles algunos consejos que no me han pedido, pero que les pueden ser de utilidad.

El primero, y el más importante, es que no pierdan de vista la brújula que les indica que el norte es el estudio. No hay nada más importante en la vida de un estudiante que sacar buenas calificaciones o, al menos, aceptables. Las fiestas, los juegos, los paseos se dejan para un rato del fin de semana o para las vacaciones.

Estudiar es la mejor inversión de sus vidas. Si no me creen, presten atención a lo siguiente: Entre prekínder y duodécimo año son 14 años de estudios. Súmenle 5 de universidad. Van 19 años. Súmenle 4 de maestría y doctorado. Eso da un total de 23 años de estudios.

Obviamente, eso va intercalado con diversión, paseos, juegos, encuentros con amistades, disfrute de vida familiar, fiestas y meditación. Ustedes saben que no miento. Recuerden que hace muy poco yo también fui muy joven. Hoy soy joven aún.

Imaginémonos que vivimos 70 años, tres de los cuales fuimos infantes no escolares, menos los 23 de estudios, tendremos aún 45 años para cosechar lo que sembramos. Y, ojo, la expectativa de vida del panameño es de más de 76 años. Ahora, ya graduados, tendrán acceso a nuevas amistades, compra de casa, auto, viajes, un trabajo elegido por ustedes, o la creación de su propia empresa y, sobre todo, la satisfacción propia por el deber cumplido, además del orgullo familiar.

Por 23 años invertidos, tendrán el resto de sus vidas el respeto de los demás, el respeto propio, y el tiempo necesario para, con las armas del estudio, conquistar el mundo. Vale la pena, ¿verdad? ¡Feliz regreso a clases!