Sí, las televisoras lo volvieron hacer. Nos presentaron en resumen lo peor del Carnaval. Y es que el real Carnaval, ese del folclor, igual que años anteriores, tuvo entre sus enemigos a las televisoras comerciales. Ellas, todavía antes de ayer, resaltaban a los borrachos, a las mujeres semi-encueradas, a los homosexuales exhibiéndose cual focas de circo y denigrando al que se deja denigrar. Sí, lea bien, al que se deja denigrar. ¿Y dónde está el folclor? ¡También se fue de Carnaval!
No puedo criticar los programas carnavaleros sin cuestionar a los padres y la educación de aquellas mujeres que salieron en esas producciones remendándose cual 'teiboleras'. No los puedo responsabilizar por los borrachos que presentaron sin antes cuestionar a los que tomaron sin control alguno. No se auto-engañe. Los programas especiales de Carnaval no son para educar a nadie ni en ellos va a ver cursos televisivos de cómo no emborracharse patrocinados por una marca de licor. ¡No!
Es cierto que los medios tienen la responsabilidad de educar, entretener y presentar la realidad, pero también es cierto que son los ciudadanos los que tienen la potestad de exigir respeto, pero, sobre todo, respetarse. No sería justo que me dedique a cuestionar a las televisoras por las porquerías que transmitieron sin antes hacer una reflexión sobre el comportamiento que como ciudadanos hemos tenido en las fiestas.
Nuestro Carnaval es rumba. Es diversión. Es un desconecte del día a día. Sí, y aunque suene feo y salgan los puritanos e impolutos a destruirme, hoy día también es alcohol, también es violencia, también es sexo. Nos guste o no, es una realidad.
Haga usted, sin tabúes ni juzgamientos, un sondeo entre sus allegados de lo que consideran es el Carnaval y verá como la mayoría le responde: agua, guaro, campana y ahora campaña. Dígame cuál le va a decir que Carnaval es ir a la iglesia los cuatro días, orar por el bien del país, jurar no pecar ni bailar y tomar Koll Aid sin parar. ¡Ninguno!
Nadie lo va a decir porque los medios de comunicación, los organizadores del Carnaval y los patrocinadores han vendido -por años- la idea "distorsionada" de que el Carnaval es descontrol, que es lo único que toma en serio el panameño y que por cuatro días todo está permitido.
A los medios televisivos podemos cuestionarle el presentarnos eso, pero no son los responsables de lo que hemos visto año tras año. Ninguna de las televisoras les puso una pistola en la cabeza a esas personas que salieron -en su sano juicio o no- para sacar el cobre. ¿Por qué responsabilizar a las televisoras cuando las mismas personas intercambiaban su dignidad y se irrespetaban por un t-shirt, una gorra o una goma de mascar?
En el exterior se vende nuestro Carnaval como la fiesta del folclor panameño. Si yo fuera un extranjero que viene por primera vez al Carnaval y ve lo que nos presentó la televisión local esos días, le sumo los resúmenes del fin de semana, los noticieros, lo patéticos que se veían dos de los candidatos a la presidencia y, sobre todo, el comportamiento de cierta gente, créame que salgo creyendo que el Carnaval es una porquería nacional por constitución.