Un joven acudió a una reunión de estudio de la Biblia en casa de un matrimonio amigo. La clave en el curso era oír a Dios y obedecer su palabra.
El joven no estaba seguro si "Dios aún habla con las personas". Mientras se dirigía a casa pidió a Dios que se le manifestara. "Yo te escucharé. Haré todo para obedecerte", dijo.
Más tarde, una voz interior le pedía: "Para y compra un litro de leche".
Él movió su cabeza y dijo en alto: "Dios, ¿eres tú, Señor?" No obtuvo respuesta, pero aquel pensamiento insistía.
"Muy bien, Dios! En caso de ser el Señor, voy a comprar la leche".
Aquel pensamiento lo puso a prueba y lo condujo hasta un barrio popular. Estando frente a una barraca pudo oír un barullo que salía de uno de los cuartos.
La voz de un hombre sonó alto: ¿Quién está ahí? ¿Qué quiere? Era un hombre que no parecía feliz de ver a un desconocido en su solera. El joven le entregó la botella de leche. "Compré esto para ustedes".
El hombre tomó la leche y corrió emocionado. Después, una mujer pasó apresurada con la leche hacia la cocina. El hombre la seguía, sosteniendo en brazos una criatura que lloraba. Aquel hombre expresó sollozando "Nosotros oramos. No había dinero y no teníamos ni para la leche del bebé". La esposa también le confesó: "Pedí a Dios que me mandara un ángel con un poco... ¿Ud. es un ángel?
El joven tomó su cartera y sacó todo el dinero que había en ella y lo colocó en las manos del hombre. Se dio media vuelta y se fue a su vehículo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Él experimentó que Dios, todavía responde los pedidos de los justos.