Alejandra tomó la carta del buzón. No había sello ni marcas del correo, solamente su nombre y dirección. Leyó la carta:
Querida Alejandra: Estaré en tu vecindario el sábado en la tarde y pasaré a visitarte. Con amor, Jesús.
"¿Por qué querrá venir a visitarme el Señor? No soy nadie en especial, no tengo nada que ofrecerle...”. Entonces pensó en comparle algo de pan para brindarle.
Salió y compró una hogaza de pan francés, pavo y un cartón de leche... Alejandra se quedó con sólo doce centavos que le deberían durar hasta el lunes.
Cuando regresó a su casa, un hombre y una mujer estaban en su puerta, los dos vestidos con poco más que harapos.
"Mire, señora, no tengo empleo y mi mujer y yo hemos estado viviendo allá afuera en la calle y está haciendo frío y nos está dando hambre, y si usted nos puede ayudar, estaríamos muy agradecidos...".
Alejandra contestó: "Señor, quisiera ayudar, pero yo misma soy una mujer pobre. Todo lo que tengo es pan, pero tengo un huésped importante para esta noche y planeaba servirle eso a El".
La pareja empezó a retirarse, pero Alejandra sintió un latido familiar en su corazón. Los llamó y les dio la comida. También su propio abrigo para la mujer y se despidió de ellos sin saber qué le brindaría a Jesús.
Al entrar, había otra carta, lo que le pareció raro, pues el cartero no llegaba dos veces en un día. Tomó el sobre y lo abrió: Querida Alejandra: Qué bueno fue volverte a ver. Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo. Con amor, Jesús.
|