Hoy, cuando comienza el nuevo año escolar, me siento preocupada y hasta me ha invadido el pesimismo. Sin embargo, no me dejo llevar por eso y, mas bien, quiero dirigirme a los niños y jóvenes de mi país.
Cuando digo que me siento algo preocupada, me baso en que he conversado con algunos jóvenes durante la semana que acaba de pasar, y a ninguno lo noté contento. Todos, sin excepción, manifestaron algo como: "¡qué pereza!, "mjmm, ya empieza la escuela", "¡otra vez el calvario!", y un largo etcétera.
A nadie se le ocurrió mostrar entusiasmo por el inicio de un nuevo año escolar.
Eso, jóvenes, es gravísimo. Por muy inteligente que sea una persona, nunca saldrá adelante si no pone una gota de entusiasmo por lo que hace. ¿Se han dado cuenta ustedes, que hay estudiantes de 5 que no pasan de ser más tarde unos funcionarios aburridos, aunque tengan tres títulos universitarios obtenidos con las mejores calificaciones?
En cambio, ¿se han dado cuenta que hay otros que no fueron alumnos de 4.5, pero que hoy se destacan en el campo ocupacional en que les ha tocado desempeñarse? ¡Todo el mundo habla de ellos y los admira!
Eso, jóvenes, se debe únicamente al entusiasmo y a las ganas que le ponen a cada tarea que emprenden. Y eso, se aprende y se practica desde las aulas escolares. Les aseguro, sin temor a equivocarme, que en el futuro, ustedes verán que esos compañeros o ustedes mismos, que mostraron entusiasmo por los trabajos en grupo, por confeccionar murales, por organizar actividades como novatadas, clubes de ciencias, de arte o trabajos comunitarios, serán los que se destaquen y ocupen los mejores puestos. Eso sólo se logra con entusiasmo, con amor por lo que se hace y con deseos de ser alguien más que un simple mortal que vive por vivir. ¡Echen mano del entusiasmo y verán que les va bien este año!