Las garras de la delincuencia llegaron hasta el Gobierno con un final fatal. El reloj marcaba las 7:30 a.m. cuando Anel Omar Rodríguez Barrera, director del Instituto Nacional de Cultura (INAC), bajó de su vehículo para dirigirse hasta el Hotel San Remo, ubicado a un costado de la Lotería Nacional de Beneficencia. Allí estaba una delegación cubana del Teatro La Luna, que había venido a Panamá como invitada para participar en la obra de teatro "Babilonia way of life", que se presentó el viernes en el Teatro Nacional, y regresaría a su país.
Rodríguez apenas había avanzado unos cuantos pasos de distancia de su vehículo, cuando quedó envuelto en una balacera entre guardias de seguridad de la empresa Transportes Blindados y delincuentes que pretendían robar el dinero que se retiraba de la Lotería Nacional de Beneficencia.
FALSO REGALO
No había duda de que el robo estaba planeado, pues uno de los antisociales quiso desviar la atención, supuestamente, llevando un regalo que resultó ser el escondite de un arma de fuego, que no dudó en disparar.
Al ver el peligro que corría, el funcionario de 46 años trató de buscar refugio y corrió hacia su vehículo, un Toyota Prado color azul con matrícula 309299, pero los impactos de bala que recibió en el tórax, cuello y antebrazo acabaron con su vida. No se sabe de dónde provenían las balas.
NO PUDO SALVARLO
"Después de la balacera no vi a más nadie. Yo corrí directo para donde estaba el jefe, porque estaban diciendo que él era uno de los delincuentes. Me identifiqué y les dije que eso no era así, que él era el director del INAC y venía a despedir a los cubanos que estaban en el hotel San Remo", fueron las palabras de angustia de Anselmo Pittí, quien no pudo hacer nada para salvar la vida de Rodríguez. Y es que en ese instante, él iba llegando al hotel, pues era el encargado de trasladar a la delegación al aeropuerto.
"MANO DURA"
Los siguientes momentos fueron desgarradores. Y es que la noticia de que habían asesinado a un miembro del Gobierno corrió como pólvora. Uno a uno fueron llegando, consternados por la fatal noticia y también los familiares de la primera víctima que yacía muerto en el pavimento.
La cantidad de personas aumentaba y con ella los gritos y llantos desgarradores de todo el que conoció a Anel Omar Rodríguez, sobre todo, sus hijos y su esposa.
Fue en ese momento que llegó el Presidente de la República. La promesa de más seguridad cayó como plomo sobre los hombros de Martín Torrijos, cuando tuvo que enfrentar al hijo y demás familiares de un miembro de su gabinete, que cayó abatido en medio de un hecho delictivo con el que nada tenía que ver.
Pero, ni siquiera el rostro de dolor del mandatario, que no pudo contener el llanto ante tanta tristeza, evitó que la multitud se uniera para reclarme por más seguridad. "Mano dura" gritaban al unísono hombres y mujeres, esos trabajadores, panameños comunes y corrientes, que están cansados de ver cómo personas inocentes mueren a manos de delincuentes sin poder comprender por qué éstos parecen estar ganándole la batalla a las autoridades.
AMIGOS Y FAMILIARES
Jonathan Visueti, sobrino de Rodríguez, dijo que su tío era una persona humilde y luchó para salir desde abajo y obtener sus logros.
Sonia Solís y Teodora Rodríguez, amigas de Anel, dijeron que fue un estudiante destacado.