Bendito sea el vientre de nuestras madres, mujeres luchadoras que trabajan sin desmayar para llevar el pan a sus hogares.
Senovia Mendoza es una de esas madres laboriosas que no se deja vencer por el cansancio, con tal de ganarse unos reales para darle de comer a sus dos hijas.
Todos los sábados, sale a vender bollos con mantequilla y coco.
Desde muy temprano cocina el maíz, para que a las cuatro de la tarde estén listos los bollos para el consumo de sus clientes, que no son muchos, pero siempre están pendientes para comprarle. El sábado que no hace bollos, al día siguiente le preguntan: ¿Qué pasó con los bollos, Senovia?
Desde muy chica, la señora Senovia ha trabajado. Cuenta que cuando era una niña pilaba dos cubos de arroz, para que después le pagaran a cambio una libra de arroz y cinco centavos.
Luego, con el pasar de los años, ella creció y se casó. De esa unión nació su primera hija, Cándida, quien a los tres meses se enfermó de polio, convulsionó tanto que se quemaron muchas células del cerebro, por lo que hoy a sus 48 años, es una mujer discapacitada presentando retraso mental.
Ésta es una cruz que lleva la señora Senovia, una prueba muy dura, pero lo bonito y admirable es que nunca se ha quejado de la vida que le ha tocado vivir, llena de sacrificios y mucho trabajo.
Con mucha valentía, ha trabajado para sus dos hijas, nunca se quedaron sin comer y prueba de ello lo pueden manifestar sus vecinos en Santa Ana de Los Santos, quienes son como sus familiares, ya que en tiempos difíciles son ellos los que le ayudan.
Senovia también lava ropa ajena "a mano", ganando 6 dólares al día, con eso mantenía a sus hijas.
A pesar de que su otra hija estudió, se superó y actualmente trabaja para ayudarlas y retribuir todo el esfuerzo que hizo con ellas, aún Senovia se gana sus realitos para el sustento del hogar.
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