Un día inolvidable, así podemos definir el domingo 11 de marzo de 2007, y no es para menos amigos lectores, Editora Panamá América y muchas empresas colaboradoras unieron fuerzas para que niños y niñas de la comunidad de Malengue, en La Mesa de San Martín, también pudieran tener minutos de alegría y útiles escolares para aprender.
"Mamá, hay que hacer la fila"; "mamá, mira la fila"; "mamá, la fila"; "mamá, ven a la fila", repetía un niño mientras su madre, con un rostro de esperanza, veía todas las cajetas con las que llegamos. "Sí hijo, hay que hacer la fila", respondió después de varios minutos, mientras el pequeño sonreía con todos sus amiguitos que lo rodeaban. Es algo difícil de describir, pero les contaré la historia de Malengue.
CAJAS MILAGROSAS
Partimos a eso de las 2:00 de la tarde del periódico, era un día soleado y les aseguro que ninguno imaginaba lo que viviríamos. A eso de las 2:30 llegamos a Pacora. "La casa de las monjitas está después de la piquera, en la primera calle a la izquierda", nos dijo el conductor de DIAaDIA, pues él ya conocía el lugar. En segundos estábamos allí... "Hola, cómo están hermanitas, somos de DIAaDIA", les dijimos. Ellas, las hermanitas Hilda y Karla, nos respondieron: "Bien, gracias. Pasen, son bienvenidos, las cajetas están al final". Allí empezamos a montar todo al busito que llevamos, y es que ya otro colaborador nos había hecho el favor de llevarlas hasta allá. Entre bromas y risas, todo quedó dentro del carro. Franklyn, uno de mis compañeros, hasta bromeaba con que ya le habían salido músculos y se lanzaría a Mister Panamá. Los minutos pasaban, y aunque Malengue estaba a una distancia considerable, ya podíamos escuchar en nuestro interior gritos y sonrisas de niños y niñas.
No nos dimos cuenta cuando nos acercábamos a la comunidad de Malengue, pero ya habíamos pasado un río, potreros y hasta una matanza. Una calle de tierra nos dio la bienvenida, mientras que al final, se podía divisar a muchos niños, niñas y adultos que estaban bajo el sol, uno detrás de otro en fila. Eso nos rompió el alma, les habían dicho que si no estaban en fila no recibirían nada.
Bajamos de los autos y caminamos en medio del polvo, hasta una casita de zinc con madera vieja. A simple vista se notaba la humildad, pero se desbordaba el calor humano. "Pasen... pasen.. son bienvenidos", repetían todos.
EMPEZO EL JOLGORIO
El sol no era un buen aliado, y menos el polvo, así que dimos inicio al convivio. A la señora Elizabeth, le tocó dar la bienvenida y, por supuesto, poner a los niños, niñas y algunas madres a cantar, declamar y hasta bailar.
Hicimos una rueda con todos los niños, niñas y sus madres para realizar algunas dinámicas y regalarles otro momento de felicidad. En el espacio que quedó, hubo un pequeño que se robó la atención de todos, Kevin, el gran Kevin. No era para menos, él cantó el tema de Daddy Yankee, "Rompe". Imagínese que tenía aproximadamente 2 años y eran pocas las palabras que conocía o sabía pronunciar; sin embargo, a la hora de cantar tarareó ese tema muy bien. "Rompe... rompe... rompe... guiaooo". Seguro quería decir: "bien guilla'o". Pero si Kevin era todo un personaje, su hermanito, idéntico a él, era aún más travieso. Tanto, que su madre le tuvo que decir: "Jo... tú no sabes ni hablar y quieres cantar"; los entendíamos, estaban súper contentos.
Lo mejor fue cuando una madre dijo que ella también quería cantar, e interpretó una canción cristiana muy bonita, todos quedamos cantando y aplaudiendo. Claro, cantaron varios. Algunos, canciones de la iglesia; otros prefirieron recitar, pero era divino ver cómo todos querían participar.
No nos podíamos olvidar de las madres, por eso las premiamos con bonos de varios almacenes. Mientras sucedía eso, otros colaboradores preparaban el refrigerio.
¡HUMM, SABE PRETTY!
Había que apaciguar el calor, una refrescante soda cayó como anillo al dedo. Fue tanto, que Juan Carlos, uno de los más traviesos, repitió una y otra vez: "¡Hummm!, esto sabe a agua, pero dame más". Se tomó como 10 vasos, y Luis y Frank no pudieron resistirse a sus jocosidades y rieron mucho con él.
EL MOMENTO CRUCIAL
"Hagan dos filas, los que van para la escuela a la derecha y los que no a la izquierda", fue la indicación que se les dio a los más de 150 niños y niñas que estaban presentes.
Se formó el revulú, todos querían estar en las dos filas y, por supuesto, adelante. No faltó ese niño travieso que se coló y recibió lo suyo primero. ¡Ah!, y menos el padre agradecido que hasta lloró cuando su hijo recibió su mochila. A los más grandes les entregamos mochilas, cuadernos, lápices, plumas, sacapuntas, borradores y, para acompañar el primer día de clases, la merienda (jugos, leche y galletas).
Con estos pequeños, pero significativos obsequios, todos quedaron extasiados, tanto que a cambio nos regalaron besos, abrazos y bendiciones. ¡El mejor regalo que pudimos nosotros recibir!
Para llegar a la comunidad, tuvimos que pasar un río donde el puente se cayó hace más de cinco años y aún no se lo han instalado. Los niños y niñas, con sus rostros "caretos", esperaban ansiosos sus útiles escolares.
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