Ante un grupo de niños, un hombre narró la siguiente historia: Había una vez, un muchacho quien era hijo de un entrenador de caballos, eran muy pobres. Una mañana en la escuela, estando el muchacho en la clase, el profesor le pidió a los alumnos que escribieran la meta que quisieran alcanzar para cuando fueran adultos.
El joven escribió una composición de siete páginas, en la que narraba un sueño con mucho detalle, y dibujó el proyecto: el rancho, las pesebreras, la ganadería y la casa y la entregó al profesor.
Dos días más tarde, recibió de vuelta su trabajo reprobado, y con una nota que decía: "venga a verme después de clases". El chico fue a ver a su profesor y le preguntó: ¿por qué me reprobó? El profesor le dijo: "es un sueño poco realista para un chico como tú. No tienes recursos; vienes de una familia pobre. Para tener lo que quieres hace falta muchas cosas y además mucho dinero", y le pidió que volviera a hacer el trabajo con metas más realistas.
Finalmente, después de reflexionar durante una semana, el chico entregó el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno.
Le dijo al profesor: "quédese con mi mala nota, yo me quedaré con mi sueño". Al concluir, el hombre miró a los niños y les dijo: "les cuento esta historia, porque es mi historia. Aquí estamos en medio de la casa de mis sueños, dentro del rancho que me propuse conseguir porque esa era la meta de mi vida. Aún conservo aquella tarea del colegio enmarcada sobre la chimenea".
No dejemos que nadie nos robe nuestros sueños, ni tampoco le robemos a otros los suyos.
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