¿Por qué cuando uno no carnavalea se hacen los días más largos?, esto era lo que me preguntaba el Lunes de Carnaval cuando, sentada en el cuarto con mi mamá, veía el contacto más cercano que tenía con los culecos: la televisión.
Tengo que reconocer que, pese a que trabajé, mi ánimo no estaba tan de buenas como para carnavalear, pero hubo días en los que tenía ganas de agarrar el primer bus para Chitré o Las Tablas y encontrarme con mi amigo Cristian o para Cabuya a gozar con Kiara y Kathy y disfrutar a más no poder; pero algo me detenía, y hasta el sol de hoy no sé que era.
En mis 21 añitos de vida, es la primera vez que me quedo en tierra. Suena extraño, pues los que me conocen saben que no soy de esas que se quedan en la capital viendo todo por tv.
A pesar de todo, no me arrepiento, pues pude compartir momentos hermosos con mi familia que de seguro en el vaivén de la semana eran difíciles de conseguir.
Comprendí que cada quien hace los Carnavales de acuerdo con su comodidad, hay a quienes no les gustan los culecos y se van a retiros, para reflexionar y estar en contacto con Dios; otros se van a playas en busca de tranquilidad y más seguridad.
Pero quiero decir que me siento bien, un poco extraña de mi comportamiento y con una leve nostalgia por no estar en la saltadera, en el topón, en los culecos, en el la discoteca, ver los grillos..., mejor no sigo para no sentirme mal.
Me imaginé que estos días iban a ser infernales para mí, pero fueron lo contrario, me sentí relajada, agradecida con Dios por todo lo que me ha dado y con ganas de compartir más momentos con mis seres amados.
No niego que me encantaría ir a carnavalear; de tener la oportunidad lo haría, pero no me morí, me quedé en casa y me siento bien. Dense la oportunidad de estar con sus familiares, disfruten, convivan: la vida es muy corta y no se sabe en qué momento nos preguntaremos por qué le dimos mayor relevancia a otras cosas.
