Cuentan que una vez un niño fue llevado por su padre al Gran Cañón, en Arizona. Estando dentro, en lo profundo del lugar, el niño gritó: "Tonto" y el eco resonó: "tonto...tonto...tonto...".
El niño volvió a gritar: "Necio" y el eco resonó: "necio...necio...necio..."; ya exaltado y enojado el niño gritó: "Estúpido" y nuevamente el eco resonó: "estúpido... estúpido... estúpido".
El niño empezó a llorar en su enojo y se abrazó a su padre. Éste le dijo: "No tienes por qué llorar.
Escucha, y el padre gritó: "Amigo!", y el eco resonó: "amigo...amigo...amigo". Luego gritó: "te quiero" y el eco resonó: "te quiero... te quiero... te quiero" ¿Ves? El te trata como tú le tratas.
Muchas veces culpamos a los demás por tratarnos mal o con indiferencia, cuando en verdad es solamente el eco de lo que nosotros hemos hecho.
La vida es hermosa si la tratamos bien, es por eso que vemos muchas personas amargadas, tristes y solas, pues lo que hacen es renegar todo el tiempo, quejándose de todo.
De la misma forma, hay muchas personas que viven felices y tranquilas agradeciendo a Dios por los inmensos regalos de la vida, la salud, la familia o el trabajo.
Haz la prueba en esta semana; no reniegues, no te enojes, no maltrates y verás que la vida te responde de igual manera y hasta podrás sentir al mismo Dios hablándote y respondiendo a tus peticiones.
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