U n viejito, muy pobre, fue recomendado de un hospital público a una clínica privada de cirugía cardiovascular. El anciano explicó que lo habían enviado allí, porque solo el dueño de ese local, podría solucionar su problema cardiaco. Al preguntarle, quién costearía la operación. Él responde: - “Ahí está el problema doctor, yo no tengo dinero. Soy muy pobre y lo peor, sin familia”. El anciano sin esperanzas se retiró, pero el médico se percató de que dejó una carpeta con unas poesías y una frase suelta que decía: “el órgano que mejor habla es el corazón” y firmaba Jean Marcel. Esta frase le gustó mucho al médico, pero más le gustó el nombre de su autor: Jean Marcel. Le hacía recordar su niñez y juventud, pues en la escuela leía cuentos de ese autor.

Una semana después la secretaria del doctor le dice: “¿Se enteró doctor? Hoy murió Jean Marcel en un banco de la plaza. El médico suspiró de pena y dijo: “Me hubiera gustado conocerlo”.

- Pero, ¿no lo recuerda?, le dice la secretaria, quien le muestra el periódico y le agrega -era el viejito que vino la semana pasada a consultarle, quien fue un conocido escritor.

El médico no la dejó terminar y le pidió que se retirara. Dentro de su consultorio exclamó: “ Perdón Señor, no soy digno de que me mires. Todo lo que tengo te lo debo. Me enviaste a un pobre y me habló con la voz del corazón, pero yo lo escuché con el oído del egoísmo… mi vergüenza es grande… Perdóname Señor, porque no te atendí… Años después, aquel médico llamó a su local “Clínica Jean Marcel”.

Recuerda: La vida está realmente en tender la mano al que lo requiere y cuando lo necesite.