Qué tal, Moza. Siempre había leído esta columna, pero nunca me atreví a escribir, tal vez por pena. Soy un hombre muy afligido. Desde hace meses terminé con mi prometida, porque ella decidió que no estaba segura de mí. Alegaba que yo era un mujeriego, que nunca iba a cambiar y un montón de tonterías más que es mejor no citar. Yo le dije que nos tomáramos un tiempo, que viera que en el fondo yo la amaba, y que no la quemaba con nadie y ella aceptó.
Con los días, me di cuenta que un amigo mío la empezó a pretender, pero como ella me juraba amor eterno, no pensé mal. Sentí que tenía que tomar aire y que sólo quería divertirse con otras personas; que sé yo, salir un rato.
La verdad es que esas salidas se empezaron a hacer frecuentes, no sólo con mis amigos, también con personas que yo ni conocía, gente que en nuestros cinco años de novios jamás había visto. Un día le pregunté a Patricia ¿hasta cuándo íbamos a estar así? y me dijo que ella se estaba tomando el tiempo que necesitaba.
Por amor esperé más tiempo, pero una tarde, cuando salía con unas amigas, la seguí. Fueron a comer, y luego se dirigieron a un bar de mala muerte en donde se ve de todo. Es como Sodoma y Gomorra. Cuando entré vi una escena que aún no puedo borrar de mi memoria, era Paty besándose con chicas y chicos. Muy feo. La enfrenté, le dije que ya no se tomara más tiempo, que lo nuestro se había muerto. A la semana me buscó, me pidió perdón y asegura que está arrepentida de todo, pero tengo dudas. Por favor, Moza, dígame qué hago. ¿La perdono?
Ignacio
NUNCA MAS
Para atrás ni para coger impulso. Esa chica siempre ha sido así, tú fuiste el tonto que jamás te diste cuenta. No tienes nada que hacer con ella, creo que le aguantaste mucho, ahora déjala con su mundo vicioso lleno de locura y dedícate a buscar a una mujer con buen corazón y que te quiera.