Un rey colocó una serie de rocas diseminadas a lo largo de un camino, obstaculizando el acceso al reino.
Luego se escondió, esperando a ver si llegaba alguien que las quitara. Esto no respondía a un mero capricho del rey...
A lo largo de todo el día, fueron llegando algunos de los comerciantes más adinerados y varios cortesanos del reino.
Algunos sacaron las primeras rocas, pero al ir encontrándose con otras más grandes y pesadas, prefirieron buscar otro camino más cómodo para entrar en el reino. Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados.
El rey, constante en su propósito, iba colocando otra vez las rocas en el mismo lugar del que habían sido apartadas.
Hacia el atardecer llegó hasta allí un hombre sencillo, que llevaba un bulto que debía ser bastante pesado. Regresaba al reino con poco dinero en las alforjas. Al aproximarse a la primera roca, dejó su carga en el suelo y trató de moverla. Después de intentarlo durante un largo rato, finalmente pudo lograrlo. Continuó su camino y fue haciendo lo mismo con cada una de las rocas que iba encontrando. Su meta era llegar al reino... y en eso tenía puesto todo su corazón. Sabía que si seguía por ese camino no se perdería...
Cuando sacó la última roca, encontró una cartera que contenía muchas monedas de oro y una nota en la que el rey indicaba que aquellas monedas eran para la persona que superara todos los obstáculos que él había puesto a lo largo del camino, por ser valiente, decidida y no dejarse amilanar por los obstáculos. ¿Eres tú así?
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