"Un buen líder puede, en momentos dados y por cierto tiempo, movilizar lo mejor de lo que la gente es capaz, pero no indefinidamente." José Zalaquett
¿Es posible inmiscuirse en la acción política sin ser un malandro? Tan virulenta fama tienen los políticos profesionales que es difícil contestar negativamente. Y no sólo eso. Es muy probable que sea tildado de idiota o estúpido si no asume el clásico comportamiento corrupto. Entonces, ¿no hay remedio? ¿Nos vamos para la casa y encendemos el televisor?
Soñemos despiertos por un instante. La corruptela es la nefasta consecuencia de la búsqueda a toda costa del cumplimiento de los deseos personales de los políticos. ¿Será posible alinear esos intereses particulares con los de la comunidad? ¿Eliminar ese terrible "a toda costa"? Pienso que se necesita un tipo especial de líder y también de comunidad.
Alimentar la esperanza de que los humanos abandonemos permanentemente nuestros vicios, por obra y gracia de un milagro instantáneo, es una idea bastante ingenua. Creo que hay épocas donde la humanidad se comporta a la altura de todos los discursos humanistas, y ellas son seguidas de tiempos paupérrimos y desgraciados.
En las primeras, tanto la comunidad como su clase política logran avances sociales dignos de registro histórico con letras doradas. En los segundos, sólo queda vigilar y aguardar. ¿Aguardar qué? Aguardar el afloramiento de la buena voluntad. ¿Y mientras se aguarda? No olvidar que así como hubo buenos tiempos, así regresarán. Es necesario estar convencido, casi por vocación, que para que sea posible una sociedad más justa hay que hacer, lo que nos toca hacer, y hacerlo y rehacerlo hasta que nuevamente la humanidad entre en razón. No hay tarea chica, si se hace con profunda vocación.