Adriana Morán Amor, de 21 años, era una joven que pertenecía al grupo de jóvenes de la Iglesia Católica de Cuipo, corregimiento de Ciricito, pero nadie pensó que su destino sería el suicido.
El hermano de Adriana vio cuando escribía una carta, pero jamás pensó que se trataba de alguna acción de muerte; además, observó cuando tomaba algunos cables de alambre y los guardó para llevárselos.
Adriana decía en su nota que se consideraba un estorbo, “nadie me va a extrañar, le pido a Dios que me perdone, y díganle a mi abuela que la quiero”.
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