La violencia cruzó el límite. Ayer, la venganza entre pandillas rivales acabó con un sector de Curundú.
En esta área, ya vivir entre las balas es algo común; por lo que una balacera y una discusión entre pandilleros a las 4 de la madrugada, no sorprendió a los moradores del sector "S" de Curundú. Y, al parecer, tampoco a los miembros de la Policía que estaban en la subestación.
Sin embargo, cinco minutos después, los gritos de desesperación que anunciaban "¡fuego... fuego!", despertaron a los vecinos, que poco a poco sacaban sus pertenencias de las casas de madera, sin saber qué iba a pasar después.
A medida que transcurrían los minutos, las llamas se expandían sin misericordia. "Esto no era un fuego cualquiera, esto era el infierno", dijo María, una de las moradoras.
Un infierno que provocaron los desalmados delincuentes que viven en el área y que, sin importar, ocasionaron el más grande siniestro que se ha suscitado en años.
Los resultados de este ensañamiento fueron: tres menores calcinados (Kiara Bethancourt, 14 años; Félix Asprilla, de 5, y Lauryn Núñez, 7 años), 137 viviendas destruidas en su totalidad y más de 700 damnificados.
La inconsciencia de los maleantes llegó a tal punto, que al inicio no permitían la entrada de los miembros del Cuerpo de Bomberos de Panamá al área, porque el tiroteo no cedía.
Se desconoce qué los hizo replegarse, pero los camisas rojas hicieron su trabajo, que duró más de tres horas.
LA VERDAD
El padre Aurelio Moreno, de la parroquia María Reina de Curundú, fue el único que se atrevió a decir la verdad, que el incendio fue provocado por los de La Aguja, Santa Cruz y San Miguel. Eran más de cinco pandillas enemigas, que venían a quemarle la casa a un pandillero.
Pero antes de salir, unos 15 de ellos sentenciaron que "esto no se va a quedar así".
Con seguridad, dijo que las autoridades saben dónde están los pandilleros, por lo que pide que saquen a los cabecillas y apliquen la ley de pandillas. Esto se lo dejó ayer bien claro al Presidente de la República, cuando hizo la visita al área.
Para el párroco, la Policía sólo cubre las calles básicas, pero no las veredas donde hay más peligro. Reconoció que estos muchachos no se meten con las cosas de Dios, pero cuando se trata de sus pleitos las cosas cambian.
SE LAVO LAS MANOS
Rolando Mirones, director de la Policía Nacional, dejó claro que "la fábrica de delincuentes está en la sociedad; eso se acaba cuando les damos a esas personas lo que necesitan, y eso no es trabajo de la Policía Nacional".
Además, dijo que no es responsabilidad de la institución los programas de rehabilitación, introducción social, educación y aspectos sociales, sino que les toca hacer control de las personas que están involucradas en las bandas. Como si fuera poco, en la tarde, se formó otra balacera en el lugar del siniestro. Hay varios detenidos, entre menores y adultos. La población de Curundú quedó a oscuras y durmiendo a la intemperie. Más de 60 policías custodiaban el sector S.
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