La forma en que los padres crian a los niños influye en su comportamiento. (Foto: Cortesia)
Dr. Denis Cardoze
| Psiquiatra de niños y adolescentes
El desarrollo de los niños y los jóvenes es una tarea de toda sociedad humana.
Comunidades culturalmente diferentes producen normas y procesos educativos también distintos que deben asegurar la supervivencia de las tradiciones y las costumbres, y por lo tanto, de las sociedades mismas.
La forma en la que un niño es criado y lo que se pretende enseñarle durante su período de crecimiento, dependerá en última instancia de las necesidades sociales, y esto se aprecia más claramente mientras menos compleja es la sociedad a la que pertenece.
Las comunidades que durante siglos han mantenido unos modos de producción y de relaciones socio familiares estables, por no decir primitivas, someten a sus miembros a una educación que se repite generación tras generación permaneciendo prácticamente inmutable, sin que esto suponga entrar en situaciones de crisis: se educa siempre para un modo de vida que permanece inalterado.
El niño bosquimano o de cualquier otra tribu africana o de las selvas de Sudamérica que no haya sufrido un proceso de transculturación, aprende lo mismo que aprendió su padre, su abuelo y todos sus ascendientes desde cientos de años atrás. Sin embargo, cuando las exigencias sociales se hacen más complejas y evolucionan al ritmo que les marcan las nuevas relaciones de producción en el mundo civilizado, la educación empieza sufrir un proceso de crisis que le obliga a mantener el paso de los tiempos, a nivel tecnológico y a nivel humano. Sin este último aspecto, el humano, por más avanzado que se esté en materia de ciencia, tecnología y producción, no se pueden lograr hombres y mujeres con una conciencia clara del significado de la vida y de sus responsabilidades para con sus congéneres, personas que construyan un mundo mejor para todos.
De nada servirá producir en las escuelas y las universidades muchos técnicos, empresarios o científicos si no va acompañada esta formación de una profunda preparación humanística. Sin embargo, la visión que tienen hoy día muchos sectores de la sociedad que se dicen preocupados por la insuficiencia de la educación escolar, no alcanza a ver más allá de los aspectos más utilitarios y de la incorporación de los individuos al mundo competitivo de las empresas y de la globalización, confundiéndose así, a mi entender, el fin con los medios.
Por otra parte, no podemos pretender que el progreso de la educación se realice tan aceleradamente que sobrepase las posibilidades técnicas y económicas de una sociedad determinada. Es iluso querer implantar en ciertas regiones del mundo, aún en un nivel de desarrollo incipiente, métodos nuevos aplicables en otras más avanzadas. Aquéllas tendrán que ir adaptando sus métodos educativos a los nuevos tiempos que viven, pero dentro de sus posibilidades reales.
En los países latinoamericanos se están dando las condiciones para una nueva escuela, que tiene que irse logrando progresivamente, a medida que avanzan en otros aspectos, pero puede empezarse a sentar sus bases mediante una toma de conciencia de sus limitaciones actuales, de sus puntos débiles.
EDUCACION
La nueva educación tiene que cimentarse sobre un proceso de autocrítica y de renovación de sus objetivos fundamentales, para que inmediatamente se inicie una marcha ascendente que, de otro modo, sería imposible.