Era un hermoso día de primavera cuando Rebeca y su papá decidieron dar un paseo por el prado. A los pocos kilómetros, el papá notó que Rebeca estaba irritada. ¿Qué pasa, querida? ¡Hay una abeja, papi, haz algo!
Rebeca era alérgica a la picadura de abeja y tenía que llevar siempre consigo una medicina. Pero, aún estando preparada, la picadura era para ella una experiencia aterradora.
Mientras el papá paraba el automóvil, miró a Rebeca notando el terror que se había apoderado de ella, mientras la abeja revoloteaba sobre su cabeza.
Y todo se acabó tan pronto como había comenzado. Papi, ¿qué pasó con la abeja?, no la oigo más. - Ya me encargué de ella, querida, ¿ves?
Aterrorizada, Rebeca vio cómo su papá abría el puño cerrado y la abeja revoloteó un poco dentro del auto antes de salir por la ventana. Papi, ¿porqué soltaste eso en el auto?, ¡me podía haber picado!
No, cuando la agarré, me picó a mí. Las abejas pueden picar una sola vez y luego salen volando para morir.
Jesús tomó el aguijón de la muerte en lugar nuestro. Porque Él murió, aquellos que confiamos en la salvación de Él, tenemos la seguridad que el cielo es nuestro destino final. Solamente tienes que mirar las palmas de las manos de Jesús. Todavía podes ver las marcas donde la muerte lo aguijoneó a Él. Que el Señor te bendiga