La delincuencia lo llevó a perder la confianza de sus padres. Hoy, Luis Guevara, de 38 años, ha superado un gran obstáculo apoyado en el poder de Dios. "Luchín", es su apodo. Cuenta que desde los 19 años inició sus malos pasos. Vivía consumiendo drogas, estuvo en la cárcel y hasta llegó a robarle a sus padres.
"Si no estaba preso, andaba huyendo de la policía, mi padre ya no me quería en casa", dijo. Pero un buen día, abrumado por los problemas, decidió hacer un alto.
Conoció a un amigo que estuvo como él y cambió. Esta persona lo llevó a la Fundación Centro de Rehabilitación del Camino Cerec. Allí conoció a Dios. "Él me sacó esa amargura que había en mi corazón", dice. Agradeció a los encargados del centro que le dieron su apoyo. El cambio no fue fácil, ni tampoco imposible, hubo mucho sacrificio.
Ya se ha acostumbrado a una nueva vida y le va mejor. Sus padres lo apoyan, los fines de semana va a casa a visitarlos. "Nadie lleva a otro al fracaso, si eso me hizo daño, no tengo porqué regresar", expresó cuando se le preguntó cómo era su conducta al ver a sus anteriores compañeros en el mundo delictivo. "Los saludo bien, ellos me respetan y los respeto igual", manifestó Luchín.
Ahora es el encargado del Centro, ayuda a sus compañeros que han vivido experiencias similares. Luchín dice que evangelizando ha conocido varios países de Centroamérica y todas las provincias del país.
Su rehabilitación la terminó, pero no ha salido del lugar. Quiere hacerlo cuando forme una familia y tenga sus hijos.
GRADUADO
Luchín tiene casi 10 años de estar allí y se graduó de sexto año en el Artes y Oficios.
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