
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Siempre alguien se apiada de este abuelo chorrerano.
FOTOS: ROBERTO BARRIOS
Con la ropa deteriorada y con las piernas y la cadera destruidas por una enfermedad que ni él mismo conoce, se sienta con un vaso bajo el intenso sol de verano a mendigar algo de dinero para poder alimentarse.
Herminio no habla bien, pero con palabras cortas asegura vivir en Puerto Caimito y que para poder llegar al centro de La Chorrera tiene que rogar por la clemencia de los conductores de buses, para que lo dejen subir, pues no cuenta con dinero para pagar el pasaje.
Son pocas las personas que le echan alguna moneda en el vaso, pero cuando lo hacen a Herminio los ojos le brillan y sonríe, porque sabe que ese día sí va comer: quizá no sea un menú completo, pero al menos podrá saciar su hambre.