ENTRE NOS
El valor del amor

Elizabeth M. de Lao | DIAaDIA

Los alarmistas y fanáticos de sectas religiosas dirían que el fin del mundo se acerca y que un gran cataclismo está a punto de suceder. Los que meten miedo con el argumento de que todo es pecado que debe castigarse, dirían que llegó la hora del castigo divino, como si Dios no fuera la personificación del perdón.

Lo cierto es que nuestros niños, niñas y adolescentes corren un peligro real: proxenetas están al asecho para convertirlos en objetos sexuales a cambio de una buena cantidad de dólares.

Si no me creen, pregúntenles a madres colonenses que están viviendo esta realidad.

Yo soy madre de dos adolescentes y la verdad es que ningún padre puede darse el lujo de tener a los hijos encerrados en una burbuja de cristal. Cada uno tiene que aprender por sí mismo, que hay gente buena y hay gente mala; que todo el que se le acerca con cara de bondad, no es precisamente el más bondadoso de los mortales.

Cada madre y cada padre debe centrar la educación de sus hijos no sólo en lo académico, sino también en los valores morales, que al final del camino son los que serán la base de un carácter templado, con la suficiente fortaleza como para decir no cuando consideren que algo los puede afectar. Eso sólo pueden aprenderlo en un hogar con bases sólidas, donde los valores morales se transmitan de madres y padres a hijos. Aquí no importa quiénes conformen la familia o el hogar. Es lo mismo si una madre sola está criando a sus hijos, o un padre o unos abuelos.

Aquí lo que importa es que esos hijos sepan distinguir entre lo que les favorece y lo que no. Si queremos salvar a nuestras hijas e hijos de esos desalmados que los quieren prostituir, sólo nos queda demostrarles que los amamos, que pueden confiar en nosotros, porque nosotros estaremos allí para luchar contra la maldad donde quiera que se presente. No hay otro camino.

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