La entrada en escena de los brasileños Marcelo y Kaká cambiaron la cara de un Real Madrid que dominaba sin pegada y acabó asestando un golpe decisivo a los cuartos de final, despertando del sueño al modesto Apoel que no disparó en ninguna ocasión a Iker Casillas (0-3).
El Real Madrid acaricia las semifinales de Liga de Campeones por segundo año consecutivo. En Nicosia ofreció una exhibición de personalidad ante un rival menor. Para el Apoel ya era histórico disputar unos cuartos de final. Sus carencias salieron a relucir. Sin posesión. Sin ataque. Limitándose a defender.
El Real Madrid se sentía tan superior que José Mourinho buscó sentenciar la eliminatoria y lo consiguió. Por historia, por presupuesto, por plantilla. Era el duelo de un gigante de Europa ante un modesto y el partido lo reflejó. El Apoel luchador. En un día fiesta para su afición. No tenía nada que perder pero nadie le dejó ser valiente.
Mourinho sorprendió tanto en su apuesta por un jugador sin ritmo de competición como Nuri Sahin así como por mantener el tridente formado por Cristiano Ronaldo, Gonzalo Higuaín y Karim Benzema. Sin Xabi Alonso, sancionado, a Sahin le faltó ritmo pero dirigió el equipo con criterio. Buena visión cuando hubo desmarques de Cristiano pero con poco que hacer ante la pasividad del resto.
Pese a que la posesión era del Real Madrid desde el inicio y no se produjo un inicio de presión en el infierno que pretendía crear la afición chipriota, el fútbol era previsible en el primer acto. Juego al pie.