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Es madre de 15 hijos en Patio Pinel
La "madre" junto a parte de sus hijos. (Foto: ANAYANSI GAMEZ / EPASA)

Milagros Murillo F. | DIAaDIA

Más que un hogar es un encuentro con Dios. En octubre del año pasado, el apartamento 41 de la torre 4 en Patio Pinel fue el encuentro de jóvenes ex pandilleros en busca de una nueva vida, el objetivo era participar de una vigilia de 15 días, pero meses después el lugar se ha convertido en el hogar de más de 15 jóvenes.

La sierva Aracellys Gutiérrez dice entre risas que empezaron una vigilia de 15 días y "cuando los vi estaban todos viviendo aquí, ni me di cuenta", y es que ella se ha convertido en una madre para todos ellos.

Todos coinciden con que nada ha sido fácil desde que tomaron la decisión de cambiar, pues aparte de que hasta los pasillos del piso 4 fueron un tiempo el dormitorio de los jóvenes, que han tenido que aprender a convivir como una verdadera familia, está el hecho de que a veces la comida escasea, sin embargo, ninguno se va a dormir sin comer.

"Al principio yo bajaba y veía qué hacía", aseguró, pero gracias a "Principal", quien logró conseguir cierto apoyo del Gobierno las cosas han mejorado.

Los jóvenes son de áreas como El Chorrillo, Santa Ana y Barraza, al principio empezaron 22, unos consiguieron trabajo y otra minoría desistió.

La sierva admitió que enfrentarse a los distintos carácteres ha sido la mayor dificultad, pero Dios les ha dado fuerzas para seguir adelante. Y es que la misión no ha culminado, porque sólo hace un mes tres chicas se unieron al grupo.

Ellas son de El Chorrillo, una está embarazada, otra tiene un bebé y la tercera asegura que era una "rebelde sin causa", pero las tres coinciden con que "subir" [al apartamento] ha sido la mejor decisión.

"Aquí se consigue una tranquilidad especial, no podemos descuidar nuestra vida espiritual, porque el ambiente que se vive en El Chorrillo es de violencia, inseguridad y acá arriba se consigue la paz", aseguran.

LOCURA DE DIOS

Como "una locura" definen la convivencia que han tenido, donde hasta ropa se han prestado. Pero hay algo que es cierto, los jóvenes se ven felices, sus rostros reflejan la paz y la tranquilidad de saber que no tienen que andar con miedo, de que pueden meterse por lugares en los que antes no podían y, sobre todo, de que tienen la oportunidad de empezar una nueva vida, viviendo entre la violencia, pero no formando parte de ella.





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