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ENTRE NOS
Madre villana

Elizabeth Muñoz de Lao | DIAaDIA

¿Por qué será que las mamás siempre somos las malas de la película en el hogar?

Lo digo en serio, aunque puede sonar feo.

Conozco madres que no quieren ni regresar a sus casas, porque saben que al llegar tienen que ir a poner orden, ya sea porque el padre es muy permisivo con los hijos, o porque, simplemente, porque no hay un papá en casa.

Madres: si les sirve de consuelo, les confieso que yo me he sentido así, sobre todo, con los hijos adolescentes.

Cuando uno llega a la casa, no lo hace para descansar después de una dura jornada de trabajo. No, qué va. Lo hace para poner a los muchachos a estudiar, para ir a comprar algo que recordaron a las 10: 00 de la noche que tienen que llevar al día siguiente, aunque se lo hayan pedido dos semanas antes; para regañar porque no fregaron los platos, porque no sacaron la basura, porque el perro ensució el piso que tanto trabajo costó trapear, porque están chateando en lugar de estar estudiando, y un gigantesco etcétera.

Mientras tanto, el esposo sólo sabe gemir desde la cama y reprobar a la esposa por tanta regañadera.

Lo cierto es que cuando los chicos están pequeños, uno se desvive por enseñarlos a ser ordenados, a que tengan un horario de estudio, a que arreglen su cuarto, etc. Pero no sé qué pasa en la adolescencia, que parece que sufrieran de alzhaimer o de amnesia. ¡Todo lo aprendido quedó en el olvido! El cuarto del adolescente parece un accidente, los libros están guardados en las mochilas durmiendo el sueño eterno, y la pereza les gana la batalla por nocaut.

En el medio, la mamá maluca, al poner orden, termina de villana, gritona, necia, antipática, impertinente y hasta "odiada".

Bueno, hay esperanza. Yo tengo un hijo adulto, que también fue un "aborrecente", perdón, adolescente. Ahora es un buen chico que trata de poner en cintura a sus hermanos. Con esto quiero decirles a todas las mamás "odiadas", que tengamos paciencia, que llegará el día en que nos sintamos pechonas cuando los veamos graduarse, comprarse su propia casa y su propio carro, producto de su esfuerzo y gracias a los regaños de usted, mamá maluca.





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