Una tradición familiar
El arte de asar pepita de marañón se ha convertido en una distracción con beneficios para estos pequeños. (Foto: Elena Valdez / EPASA)

Elena Valdez | Coclé, DIAaDIA

Considerado un arte y sobre todo un negocio. El verano y unas buenas pepitas de marañones, son suficientes para que un grupo de niños decida pasarla bien en su finca y sobre todo practicar el arte de asar estas pepitas.

Aunque Allan, Iván, Greys y Heidy son niños que no se dedican a la venta de pepitas de marañones, ya conocen a su corta edad el arte de asarlas, pues sus abuelos y padres se los enseñaron y resulta una manera deliciosa de pasar el tiempo en verano.

Allan es el mayor, él es quien confecciona de manera improvisada el fogón en el que serán asadas las pepitas, que una semana antes recoge con sus sobrinos, una vez está listo se enciende el fuego, se coloca una lata de zinc sobre el fogón y allí se tiran las pepitas, que ya han pasado por agua, para que al pelarlas no se quiebren.

Es todo un proceso, dice Allan mientras con una vara larga revuelve las pepitas para que no se quemen. Primero las recogemos, las echamos en agua por un día, luego las asamos, las pelamos y listas para comer.

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