Un estadio que toma vida nuevamente. La Marea Roja dijo presente y tiñó las gradas del "Coloso " de Juan Díaz.
A la llegada al estadio, nos pudimos percatar de un gran despliegue de seguridad en los alrededores.
Más de 400 unidades de la Policía, 100 unidades del SINAPROC y 162 unidades de los bomberos fueron distribuidas en todo el gigante rojo, que toma vida en cada partido de nuestra selección.
El aroma a fútbol se veía y se sentía en el Rommel Fernández, de repente se escuchaban mariachis y un ¡viva México!, y al unísono un gran abucheo por los que visten la roja que amamos.
Fútbol es pasión, nos dicen unos comentaristas internacionales, y además nos felicitan porque así se vive el fútbol, como una gran fiesta que une a los países como hermanos, todos por un balón.
Nunca faltan las bellas chicas que ponen un condimento a esta fiesta especial, que es una guerra que dura noventa minutos, y luego del pitazo final a convivir como hermanos.
Es sabroso ver a ese gigante rojo, todos por Panamá ayer; aunque veníamos de un traspié, un tropezón, fuimos como Lázaro y nos levantamos a apoyar a nuestros once guerreros.
PUEBLO FANTASMA
Las calles estaban desiertas, sólo se escuchaban las radios y los receptores de televisión, todos encadenados con nuestra selección.
Los que no pudieron ir al estadio optaron por reunirse en sus casas, en bares y cantinas de la ciudad.
¡Ohhhh!, coreaban en cada llegada al marco de la selección nacional.
En calle 25, Las Acacias, los amigos bien armados con unas refrescantes coreaban cada toque de balón de nuestra selección.
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