Dormirse en sus laureles dejó de ser opción para los Mets de Nueva York. A la sombra de los Yanquis, el otro equipo de la Gran Manzana había pasado a ser un cero a la izquierda.
Con Pedro Martínez y Carlos Beltrán a bordo, los Mets se proponen en el 2005 salir de un pasado reciente de estrepitosos fracasos y volver a los primeros planos.
Añádele a un gerente general Omar Minaya, que no se anda con vueltas para retocar la nómina, los neoyorquinos arrancan con la moral en alto, pero blindados con un optimismo moderado.
"No es la primera vez que en los papeles lucimos bien", dice el receptor Mike Piazza. "Pero eso no te garantiza nada".
¿Quién se puede olvidar de los fiascos que se llevaron con los fichajes de Roberto Alomar, Mo Vaughn y Jeromy Burnitz?
Los Mets fueron el equipo que más ruido hizo y que mejor le fue durante el receso al atrapar a los dos agentes libres más cotizados del mercado.
Claro está, las adquisiciones del derecho Martínez y el guardabosques central Beltrán no salieron nada baratas, copiando la fórmula de los Yanquis.
Para ello, tuvo mucho que ver la paciencia y destreza de Minaya para convencerlos de irse a un equipo venido a menos desde que fue a la Serie Mundial del 2000.
Tampoco estuvo de más el español, el idioma común de Minaya, su compatriota dominicano Martínez y el puertorriqueño Beltrán.
Fue Beltrán, cuyo destape en la última postemporada con los Astros lo lanzó al estrellato, se encargó en su presentación de bautizarlos como los "nuevos Mets", el eslogan que refleja la filosofía imperante en los predios del estadio Shea.
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