El deporte universal pierde "al atleta de Dios"
Karol Wojtyla fue el primer pontífice de la historia contemporánea que acudió a un campo de fútbol para presenciar un partido completo.

Madrid | EFE

Ahora jugará en territorio celestial. Las luces que iluminaban el último partido que disputaba Juan Pablo II para seguir viviendo, se apagaron definitivamente y el Papa, que pasará a la historia como el "atleta de Dios", luchó hasta el último minuto de ese encuentro vital, cuyo resultado deja huérfano al deporte universal.

Todas las biografías sobre Karol Wojtyla, nacido en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920, subrayan su verdadero amor por el deporte y la actividad física, dos facetas que el Santo Pontífice practicó desde su juventud y sobre las que vertebró un mensaje de unión, paz y fraternidad entre los pueblos y las culturas.

Cuando Wojtyla fue elegido Papa en 1978 a los 58 años, la imagen que presentó al mundo fue la de un deportista amante del montañismo, la natación y el fútbol.

Según contó su amigo judío y médico, Jerzy Kluger, Wojtyla jugaba al fútbol, era un buen portero e, incluso, llegaba a entrenarse en su casa con su padre Karol, sastre y oficial retirado del ejército.

El propio párroco de la iglesia que frecuentaba Wojtyla afirmaba que era un chico alegre "al que se le solía ver jugar al fútbol por la calle, organizaba los partidillos, en los que a menudo se enfrentaban católicos y hebreos. "Pero si los hebreos estaban en inferioridad numérica, él (Karol Wojtyla) no se lo pensaba y se alineaba en su equipo".

Conforme maduraba, el joven polaco se introdujo en la práctica de otros deportes, como el hockey sobre hielo, el esquí, el piragüismo, el ciclismo, la natación y el senderismo, pero sin olvidar su pasión por el balompié.

El Papa fue el primero en presenciar el partido que se disputó en el estadio Olímpico de Roma el 29 de octubre del año 2000, y que enfrentó a dos equipos con futbolistas de todo el mundo, entre los que figuraban católicos, anglicanos, protestantes, musulmanes, evangelistas, ortodoxos, budistas e, incluso, un ateo.

La expresión del fútbol como fuente de entendimiento y paz cobró una elevada dimensión gracias al Papa, en pos de la eliminación de las diferencias raciales, políticas, ideológicas o religiosas.

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