Es una lástima lo que ha ocurrido en Panamá durante estos días de agonía de Juan Pablo II.
Mientras en el mundo, principalmente en América Latina, los cardenales, obispos y fieles se lanzaron a las calles y abrieron los templos 24 horas para las vigilias, en Panamá los obispos se rehusaban a decir nada de nada; al principio ni querían invitar a rezar por la salud de ese gran hombre, y las iglesias no abrieron sus puertas si no era para las misas normales. ¡Qué triste! ¡Qué iglesia muerta!
|