
Muchas veces somos tentados a vivir en “automático”, es decir, a no estar pendiente de las consecuencias de nuestros actos. Por ejemplo: a diario vemos personas entrar a una oficina y no saludar a quien les abre la puerta. Otro ejemplo es el de quienes gritan en vez de usar un tono de voz adecuado al hablar.
Ese modo de vivir impide crecer como personas, ya que el hecho de reflexionar sobre lo que hacemos nos permite enfrentar las futuras situaciones de la vida de una manera más adecuada y eficaz.
Esta realidad de vivir en “automático” se puede observar con mayor fuerza en nuestros días, debido a que la sociedad moderna pueda ser definida como una sociedad “express”, en la cual todo tiene que ser rápido, en el momento, de una vez: café express, atención express y todo express. Este ritmo acelerado de vida no nos permite tomarnos un tiempo para ver formas distintas de hacerle frente a las demandas de la vida.
Debido a esta realidad, es preciso que los padres y madres realicen una evaluación de su propia vida y vean si están aprendiendo o no de lo que hacen, de tal forma que puedan brindar un ejemplo claro a sus hijos sobre la importancia que tiene el pensar en las consecuencias de sus actos.