
No hay consuelo para su padre.
No hay consuelo para su padre.
No hay consuelo para su padre.
Era el único nieto de Don Combe.
Muchas flores adornan su tumba.
Hasta su toro favorito llora por él.
Último dibujo que le hizo a su papá.
Familiares y seres queridos del niño lo despidieron en el cementerio de Santo Domingo.
Fotos: JESÚS SIMMONS
No hay consuelo para su padre.
Era el único nieto de Don Combe.
Muchas flores adornan su tumba.
Hasta su toro favorito llora por él.
Último dibujo que le hizo a su papá.
Familiares y seres queridos del niño lo despidieron en el cementerio de Santo Domingo.
Fotos: JESÚS SIMMONS
No hay consuelo para su padre.
Era el único nieto de Don Combe.
Muchas flores adornan su tumba.
Hasta su toro favorito llora por él.
Último dibujo que le hizo a su papá.
Familiares y seres queridos del niño lo despidieron en el cementerio de Santo Domingo.
Fotos: JESÚS SIMMONS
No hay consuelo para su padre.
Era el único nieto de Don Combe.
Muchas flores adornan su tumba.
Hasta su toro favorito llora por él.
Último dibujo que le hizo a su papá.
Familiares y seres queridos del niño lo despidieron en el cementerio de Santo Domingo.
Fotos: JESÚS SIMMONS
No hay consuelo para su padre.
Era el único nieto de Don Combe.
Muchas flores adornan su tumba.
Hasta su toro favorito llora por él.
Último dibujo que le hizo a su papá.
Familiares y seres queridos del niño lo despidieron en el cementerio de Santo Domingo.
Fotos: JESÚS SIMMONS
En la casa de sus abuelos paternos están su caballo de resorte, su robot y peluches, además de su pistola de agua casi llena, que estaba en el patio como fieles testigos del gran amor que le prodigaban sus abuelitos. Sus fotos llenan la casa de quienes los cuidaban mientras sus padres trabajaban.
Mientras acariciaba a Jimmy, un perro dálmata al que su niño había bautizado con ese nombre, pues a su abuelo le dicen así de cariño, apoyado en su muleta, el Dr. Combe recordó que horas antes del día de su fallecimiento, fue a ver a una tienda de mascotas al perrito chiguagua que tanto le había pedido el niño. Con tristeza, le decía a Jimmy que más nunca volverían a ver a Jaimito, porque se había ido para siempre.
El pequeño cursaba el cuarto grado en la escuela San Francisco de Asís, en Las Tablas. “Yo le decía: Chiche, no veas tanta televisión, y él decía: esos programas cómo me gustan”, manifestó su abuelo entre sollozos. “Pero al final, él ganaba, porque prefería que viera su televisión para que no se fuera a la calle, aunque él era un niño de casa, no pasaba del portón”, agregó Don Jaime.
En la despedida de Jaimito en el cementerio del pequeño pueblo de Santo Domingo, el dolor se podía palpar desde la entrada, el alma de cualquier desconocido se quebraba en llanto; ojos rojos, rostros de grandes y chicos bañados en lágrimas.
Los compañeros y docentes de la escuela de Jaimito lo acompañaron hasta su última morada. También estaban los compañeros de labores de sus padres.
Dolor y recomendación de un padre
“Se fue mi motor, por él vivía; él era un niño ejemplar, bromista, estudioso, de buenos sentimientos”, expresó su papá. “Todo lo que he trabajado era para que él tuviera lo mejor, por eso le decía que no, cuando me pedía una hermanita”, recalcó.
En las tardes, a Jaimito le gustaba acompañar a su abuelo a darle de comer a los toros. Él quería ser doctor o veterinario.
Correteaba por los alrededores de la casa de sus abuelos llenándola de alegría. Hoy, está en silencio y vacía, pues falta el más chiquito del hogar.
El padre de Jaimito recomendó que se les dé mucho amor a los niños y que se eduquen bien, para que cuando crezcan no se conviertan en hombres de malos sentimientos y destruyan otras vidas, como lo que le ocurrió a la persona que le quitó la vida a su hijo. “Esto no debe volver a ocurrir”, sentenció.