Estás sediento, se acabaron tus fuerzas, el desierto amenaza con acabar con tu vida, has perdido la vista y todo se ha tornado oscuro. Ya no sabes qué hacer, ahora es el momento de exclamar: "Jesús Hijo de David, ten misericordia de mí".
No te des por vencido, Jesús tiene cuidado de ti y no te dejará morir en el desierto. Cuando estés a punto de desfallecer, Él abrirá ríos en la sequedad y te dará agua de vida para que no vuelvas a tener sed jamás.
Tu bendición espera por ti al final del camino, pero no hay otra forma de alcanzar la tierra prometida, aquella donde "fluye leche y miel", que atravesando el desierto, el camino de la cruz.
Atravesar el candente desierto es obligatorio para alcanzar la promesa destinada por Dios para tu vida.
El desierto, allí donde sólo se respira desolación, donde todo es seco, árido y no hay vida es el lugar de prueba de Dios y de encuentro contigo mismo.
Pero confía y espera, no morirás en el desierto, Dios te fortalecerá para que conquistes y tomes posesión de tu bendición.
No olvides que Dios permite que camines por el desierto, para tratar con tu alma, para que te hagas más fuerte y puedas enfrentar con la espada de la fe; incluso, a la misma muerte.
Dios no te dejará morir en el desierto, pero es necesario que en el camino, mueras a ti mismo, a tus deseos y a tus capacidades, para que se manifieste tu nueva vida en Jesús.