¡Feliz pascua de resurrección! Con este saludo deseo empezar mi columna de hoy, pues los cristianos de todo el mundo hemos de celebrar que Jesús vence a la muerte, salva a la humanidad y resucita para alegría de los creyentes.
La noche del sábado santo y la madrugada de ayer domingo, asistí a la gran fiesta de la resurrección en una pequeña capilla de Penonomé, la San Martín de Porres.
Allí, una feligresía ávida de la buena nueva del triunfo de Jesús sobre la muerte, participaba de la vigilia pascual, una actividad presidida por el padre Saúl, un sacerdote con una voz de ángel, que entonaba los pasajes bíblicos cantados. Era como estar frente al Hijo que habría de resucitar, escuchando de fondo un coro de ángeles.
En ese lugar vi a jóvenes, niños y adultos fortalecer su fe y agradecer a Dios por sacrificar a su hijo único por salvarnos del pecado. No se trataba de repetir una frase trillada, sino de manifestar la fe y el amor de un pueblo.
En ese escenario, mientras observaba a los jóvenes doblar rodillas y cantar a todo pulmón, me di cuenta de que había algunos que estaban ahí porque las madres o los padres los habían llevado a rastras. Es normal, sólo son adolescentes que apenas empiezan a comprender semejante triunfo del amor sobre la maldad. Sin embargo, pensaba yo, "algo les queda", aunque ellos mismos lo ignorasen aún. Al final, miraba sus rostros y parecían distintos a aquellos que entraron al inicio de la celebración. Un "no sé qué" los hacía ver diferentes, y yo volvía a pensar: "algo les quedó".
Creo que esa es una de las ganancias de la participación en los actos religiosos: saber que algo queda en el corazón de cada joven, niño o adulto. Allí es donde está la esperanza de cambiar, para bien, la sociedad.
Siendo así, cada domingo de resurrección es vencer a la muerte del alma, de las buenas costumbres, del amor, de la fe, de la solidaridad, de la caridad. Por eso, siento que saludarlos con ¡feliz pascua de resurrección! es más que cumplir con un rito religioso. Es, simplemente, apuntarnos un triunfo sobre cualquier clase de muerte.