"La identidad es producto de incesantes negociaciones." Marc Augé
Hace muchos años fui testigo de una tragedia familiar, se trató del intento fallido de una abuela por imponerle sus valores rurales a la más joven de sus nietas. Su lema de guerra: "Ya crié a todas y esta no va a ser la excepción". Se refería a sus propias hijas, sobrinas y el resto de sus otras nietas. Pero resultó que la más pequeña de sus nietas era totalmente diferente, era la más metropolitana de todas. Como les dije, todo resulto en una serie de eventos muy desagradables. Me ahorro los detalles.
Los valores familiares provienen de una cultura; en unas ocasiones son una interpretación de la misma, en otros pretenden ser literales, o para usar la palabrita de moda: fundamentalistas. Pero en ambos casos, estamos hablando de que dependen del entorno cultural al que pertenecen. El ejemplo que menciono, el de una abuela que pretendió imponerle una cultura a una nieta, con un fiasco como resultado, no sé, me recuerda gran parte de la historia humana.
¿Acaso las culturas sólo así sobreviven? ¿Imponiéndose a sangre y fuego? ¿Eliminándose unas a las otras? ¿La guerra es la única vía posible? O por el contrario, ¿Sobreviven las culturas gracias a su capacidad de intercambio? ¿De asumir como propias prácticas de otras culturas? ¿De tener la posibilidad de ver el mundo con ojos ajenos?
Llegado a este punto, se me viene a la mente la confección de las famosas molas de los indígenas de Kuna-Yala. Los hilos y telas con las cuales se cosen las famosas obras de arte, ¿fueron producto de tecnología creada por tales indígenas o ellos asumieron como propios un par de artículos traídos por los conquistadores? ¿Alguien puede dudar de lo indígena de las molas? ¿Qué hubiese pasado si la abuela de nuestro ejemplo, hubiese comprendido que había llegado la hora de una nueva versión de nieta?
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