
En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
Foto: MILAGROS MURILLO
En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
Foto: MILAGROS MURILLO
En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
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En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
Foto: MILAGROS MURILLO
En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
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En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
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En el interior, niños y adultos disfrutan asando pepitas de marañón. El olor les trae gratos recuerdos.
Foto: MILAGROS MURILLO
Neira Raquel Vergara, se crió en El Chirú de Antón, ella siempre recordará aquellos platillos deliciosos que preparaba su abuela a más tardar el jueves al mediodía. “Ella era una mujer de mucha fe y para ella la Semana Santa eran días de reflexión, donde la obediencia era lo primordial”, dijo Neira.
Desde cocadas, dulce de marañón con las pepitas, dulce de zapallo, frijoles de bejuco (con leche de coco, jengibre y raspadura) era lo que hacía su abuela para comer y durante Viernes Santo no se hacía ninguna faena.
Vergara recordó que ese día les prohibían ir al río, porque te convertías en pescado; subirse a un árbol, porque le salía un rabo como un mono, y se evitaba todo tipo de trabajo, porque te podía ocurrir un accidente. “Toda era una manera de inculcarle al niño que durante ese día había que ser obediente”, manifestó Vergara.
En otros lugares del país hay quienes prefieren hacer dulce de yuca, de guineo, mermeladas de mango, piña, pero para comer comida de sal hacen arroz con coco, pescado frito, bacalao, camarones con papa. En Colón y en otras regiones del país siempre hay un pan “bon” en la mesa.