Hace una semana me encontraba afuera de un supermercado y me llamó la atención que uno de mis amigos miraba detenidamente a una pareja. Me dio por mirar lo que con mucho asombro él divisaba. Resulta que la dama que salía junto a su esposo cargaba cuatro cartuchos, repartidos en ambas manos, con la compra del día. Por su forma de caminar casi "cogeando" parecía que los cartuchos estaban pesados. Ella así caminó hasta el automóvil en donde el señor sólo abrió el pestillo de la puerta del copiloto, por lo que la señora tuvo que poner los cartuchos en el piso abrir la puerta de atrás y montar la compra para después sentarse e irse.
Curiosamente ese mismo fin de semana me topé una conversación de adolescentes universitarias, quienes coincidían en que la mayoría de jóvenes que ingresaban a la universidad eran mujeres. La mayoría de mis amigas confirmó que en sus universidades y carreras ocurría lo mismo: muchas mujeres y pocos hombres.
En mi experiencia, en las últimas entrevistas con autoridades universitarias, enfatizaron que en los últimos dos años esa también es la tendencia: "a la universidad ingresan y hasta se gradúan más mujeres que hombres".
Pero la conversación de las jóvenes no solo recaía en lo profesional, sino también en algunas mañas. Incuso una de ellas renegaba de su padre, porque ya no salía ni siquiera a botar la basura de la casa. Ahora lo hace su mamá. Otras manifestaban que sus padres siempre les abrían la silla o la puerta del carro a sus madres e incluso a ellas como hijas, pero ya no recuerdan cuándo fue la última vez que eso sucedió. Pero, lo mejor fue cuando al grupo de mujeres se acercó un joven, quien las escuchaba y aceptaba algunas cosas que las damas decían. Cuando una de ellas le preguntó el porqué de estas situaciones, sólo respondió: "¿Ustedes no querían la liberación femenina?" ¡Ojo! Practicar la cortesía no hace más ni menos a nadie.