
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
“Santi” con uno de sus hermanitos más pequeños.
Aquí con la Biblia que lee. Tiene las páginas están dobladas para indicar dónde queda su lectura.
“Santi” ahora piensa estudiar y escribir un libro donde plasmará lo ocurrido en esos 27 días. Él está medicado debido a lo que vivió y recibe atención sicológica y siquiátrica. Aquí aparece con sus padres.
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
“Santi” con uno de sus hermanitos más pequeños.
Aquí con la Biblia que lee. Tiene las páginas están dobladas para indicar dónde queda su lectura.
“Santi” ahora piensa estudiar y escribir un libro donde plasmará lo ocurrido en esos 27 días. Él está medicado debido a lo que vivió y recibe atención sicológica y siquiátrica. Aquí aparece con sus padres.
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
“Santi” con uno de sus hermanitos más pequeños.
Aquí con la Biblia que lee. Tiene las páginas están dobladas para indicar dónde queda su lectura.
“Santi” ahora piensa estudiar y escribir un libro donde plasmará lo ocurrido en esos 27 días. Él está medicado debido a lo que vivió y recibe atención sicológica y siquiátrica. Aquí aparece con sus padres.
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
“Santi” con uno de sus hermanitos más pequeños.
Aquí con la Biblia que lee. Tiene las páginas están dobladas para indicar dónde queda su lectura.
“Santi” ahora piensa estudiar y escribir un libro donde plasmará lo ocurrido en esos 27 días. Él está medicado debido a lo que vivió y recibe atención sicológica y siquiátrica. Aquí aparece con sus padres.
Familiares de Fernando Osorio solo preguntaron si el joven antes de morir sintió algún dolor.
“Santi” con uno de sus hermanitos más pequeños.
Aquí con la Biblia que lee. Tiene las páginas están dobladas para indicar dónde queda su lectura.
“Santi” ahora piensa estudiar y escribir un libro donde plasmará lo ocurrido en esos 27 días. Él está medicado debido a lo que vivió y recibe atención sicológica y siquiátrica. Aquí aparece con sus padres.
La vida para este joven de 18 años jamás será igual, pues cada día da gracias al Señor por tener la dicha de estar vivo y ver a sus seres queridos junto a él. Pero también siente dolor por la muerte de sus dos compañeros de pesca.
Estando en la embarcación Fifty Cent, Adrián, apodado “Santi”; Fernando Osorio, de 16 años (q.e.p.d.), y Elvis Oropeza, de 31 (q.e.p.d.), estaban listos para regresar hacia La Ensenada de San Carlos con la pesca de la noche lista para la venta, cuando el motor presentó un desperfecto mecánico. No había señal de celular.
El sufrimiento de Adrián se reflejó en su rostro con cada palabra que decía, mientras entrelazaba sus dedos, pues frente a él estaban familiares de Osorio, quienes fueron a su casa en Río Hato el pasado miércoles, a escuchar de viva voz lo ocurrido durante esos 27 días.
Al dañarse la máquina, los tres tripulantes tiraron el ancla al mar, pero esta no se acuñó, la corriente los fue alejando poco a poco de tierra firme, llevándolos a aguas profundas. Ellos solo rogaban porque otra embarcación los divisara y les diera ayuda, dijo Adrián.
Los primeros días veían los edificios que están en San Carlos, y cinco veces en el cielo las avionetas, pero a pesar de que hacían bulla y señales con mechones prendidos, no los divisaban. “Las olas nos pasaban encima y decidimos subir el ancla, ya que nos podíamos hundir”, aseguró el náufrago.
Oropeza, por ser el de mayor experiencia y capitán de la nave a quien Santi le decía tío, hizo lo posible porque los otros dos jóvenes estuvieran tranquilos. Todos los días les asaba pescado para que comieran y se mantuvieran con fuerzas.
Ya Adrián y Oropeza veían que el menor del grupo y más afectado era Fernando, apodado Cholo. “Le rogamos para que comiera: “hermanito come, pero él no decía nada y solo movía la cabeza”, manifestó Adrián, quien una vez más trataba de sacar fuerzas, y con la mano de su padre en la espalda conseguía algo de aliento para seguir la entrevista.
La insistencia de Adrián y Oropeza era constante, pero de nada sirvió. El día 11 del naufragio Fernando falleció dentro de una tina al amanecer; fue Oropeza quien le dio la noticia a Adrián, quien quedó desmoronado por el dolor y repetía: “&162;Cholo, por qué nos dejaste!, &162;Tío, nos abandonó Cholo!”, dijo llorando Adrián.
Durante la entrevista se hizo una larga pausa, pues por las mejillas de Adrián corrían lágrimas al describir ese momento, cuando siempre fue un chico fuerte al que a pesar de que le pegaban cuando se portaba mal, no lloraba.
Desde niño Adrián siempre leyó la Biblia y se encomendaba al Señor, pero esa vez, la situación hizo que sus plegarias fueran más fervientes, porque sabía que Dios lo ayudaría a salir de ese mal momento.
El cuerpo de Fernando quedó en la tina de la nave por cuatro días y al estar en estado de descomposición lo tiraron al mar. "Teníamos la esperanza de que nos rescataran para llevar el cuerpo a los familiares para darle cristiana sepultura, pero no fue así", aseguró Adrián.
Pasaron los días y los pensamientos, la depresión, la tristeza y el llanto embargaban a los dos náufragos.
Estando Oropeza en una de las tinas, empezó a quejarse de dolor en un costado del abdomen; Adrián trataba de ver cómo ayudaba a su “tío”, porque él le pedía agua. “Como milagro de Dios, al día siguiente llovió y recogimos dos galones de agua y así pudo tomar Oropeza”, dijo el adolescente.
Otro de los milagros que vivieron estos dos seres en pleno mar es que se topaban con cocos que “Santi” se tiraba al mar a buscar y que comían y bebían el agua para alimentarse.
“Santi” jamás pensó que después de cinco días de la muerte de “Cholo” también moriría su tío Elvis, a quien de igual forma lo dejó por cuatro días en la embarcación con la esperanza de que los rescataran, pero el cuerpo se puso putrefacto y lo lanzó al mar.
“Me quedé solo”, exclamó el joven llorando. En ese momento fue consolado por sus tías y padres que estaban frente a él, quienes le repetían que todo había terminado y que él está bien por sus súplicas a Dios.
Fueron siete días en los que este joven de 18 años recién cumplidos estuvo solo en la embarcación, donde el delirio y la tristeza lo agobiaban, pero jamás perdió la fe en el Padre Celestial.
Debido a que cayó un aguacero recogió siete galones de agua, asaba pescado y comía, pero cada vez su cuerpo se hacía más delgado. Un día el encendedor se le dañó y tuvo que comer pescado crudo y agua de lluvia.
La debilidad de su cuerpo lo mantenía dormido. De repente, a su mente vino una y otra vez la palabra “Missisipi”. Él no sabía su significado y fue cuando vio una nave junto a donde estaba él. “Como pude, me levanté y les pedí ayuda: &162;Ayúdenme, por favor, no me dejen aquí!”, era la súplica de “Santi.
La embarcación Duarte Quinto, de Ecuador, lo encontró y lo trasladó a las Islas Galápagos. Cual fue su sorpresa, que entre los marineros se llamaban “Missisipi”, que significa “padre de las aguas o grandes aguas”. Esa palabra fue una señal de Dios para él.
En el barco recordó el celular de su amiga Yamasín, a quien llamó y fue ella quien dio el aviso de que “Santi” estaba con vida. La noticia se regó por todo Río Hato y San Carlos.
El 27 de marzo regresó el náufrago a su tierra natal, luego de haber ido por primera vez a un viaje de pesca para ganar dinero y comprar unas zapatillas.