Como un simple sacerdote, sentado sobre su trono con ruedas detrás de un biombo, el Papa Juan Pablo II confesó ayer a once pecadores de diferentes nacionalidades en la basílica de San Pedro. Incapacitado por la enfermedad de Parkinson, el Pontífice no pudo ser instalado dentro de uno de los confesionarios de la basílica como lo hacía anteriormente, por lo que fue creado uno especial para la ocasión.
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