En estos tiempos, cuando un padre le pregunta a su hijo, ¿Cómo te fue en la escuela? la típica respuesta es “bien”. Ese es un fenómeno que se observa en los estudiantes de premedia, bachillerato e inclusive universitarios.
Eso tiene que ver con la poca lectura y con la pobreza del vocabulario que utilizan los medios audiovisuales, sobre todo la televisión.
Trabajar la lectura desde la escuela es muy complejo, requiere disciplina y buscar espacios adecuados. Pero, además, la comunicación a través del teléfono móvil y de internet provoca un reduccionismo extremo del lenguaje.
El chateo los obliga a utilizar la mínima expresión. Cuando chatean pueden estar en conversación con 40 amigos a la vez. No se esfuerzan por redactar y, por tanto, su discurso es más que reducido.
Al escribir una carta hay que hacer un esfuerzo para explicarse. Ahora, cuando se despiden con un beso, es más que suficiente con mandar un ícono, no hay necesidad de explicar sentimientos.
En general, hay un gran número de jóvenes que no leen o leen lo justo y necesario. Es algo asumido por la práctica de la comunidad académica y el resto de la sociedad, lo que se traduce en un empobrecimiento de su lenguaje, amén de otras carencias.