
Con bastante frecuencia algunos padres nos comentan que sus hijos parecen tener demasiada energía, no paran demoverse, no prestan atención y no hacen caso a las instrucciones que les dan. Igualmente, dicen que los maestros ya no saben qué hacer con sus hijos en el salón de clases, pues desconcentran a sus compañeros, no paran de hablar y siempre se andan moviendo de un lado para el otro.
Muchas personas le dicen a estos padres que su hijo lo que tiene es déficit atencional con hiperactividad. Pero ¿cómo sabe si su hijo lo tiene?
Empecemos por mencionar que el TDAH es más común de lo que se cree, se estima que del 6 al 12% de la población mundial de niños y adolescentes del mundo, presentan este trastorno.
Es un trastorno neurológico (del cerebro) que se caracteriza por un conjunto de comportamientos específicos: Hiperactividad, desatención o distraibilidad, impulsividad. Al pensar en la hiperactividad, muchas veces creemos que un niño es hiperactivo cuando se sube sobre la mesa, anda corriendo de un lado a otro y cosas por estilo. La realidad es que el niño con hiperactividad es aquel que simplemente no puede quedarse quieto: muchos niños con este trastorno afirman no poder dejar de mover las piernas o los dedos o dejar de estar moviendo algo.
La segunda característica del TDAH es la detención o distraibilidad. La distraibilidad se caracteriza por la incapacidad del infante o joven para mantener la atención de manera constante o sostenida. Puede ser externa o interna. La externa puede ser auditiva (el niño parece escuchar hasta el mínimo sonido) o visual (el infante mira en todas direcciones al parecer buscando algo).
La impulsividad también cuenta
La tercera categoría es la Impulsividad e implica que el niño o adolescente al parecer no puede pensar antes de hablar o actuar. Podemos mencionar el caso del niño que grita de repente o que al estar en el salón, agarra un lápiz o cualquier objeto y se lo tira a un compañero sin que existan razones para actuar de esa forma.
La sola existencia de hiperactividad, distraibilidad e impulsividad no quiere decir que el niño o adolescente presente un TDAH. Hay que determinar a qué se debe la existencia de estos comportamientos. La ansiedad, estrés o depresión, entre otras, muchas veces son las causas. Además, las tres características deben estar presentes en más de un contexto social, es decir, no podemos hablar de TDAH si el niño o adolescente presenta dichos comportamientos solo en la casa y no en la escuela.
También está el carácter crónico de dichos comportamientos. Se establece que para poder realizar un adecuado diagnóstico de TDAH, es necesario que los mencionados comportamientos se den antes de los siete años de vida. No podemos hablar de un TDAH en el caso de un adolescente que recién a los 15 años presenta comportamientos característicos del TDAH, si durante toda su infancia fue tranquilo, atento y disciplinado.