Estar encerrada no le impide hacer algo útil. Buscando distraerse un poco y esperando que llegue el día de salida, Cecilia Cueto, de 49 años, es una de las tantas internas del Centro Femenino de Rehabilitación, que trabaja en el taller de horquillas.

Ella tiene bajo su responsabilidad, armar horquillas para luego colocarlas en cartón y hacer varios paquetes. "La experiencia es fantástica, me ha gustado, me distrae y me relaja bastante que es lo importante", dijo.

Al taller va desde las 9 a.m. hasta 5 p.m. Es duro su trabajo, se le maltrata bastante las manos, las uñas se le dañan y a algunas le salen callos en las manos. "A veces el brazo nos duele por la fuerza que hay que hacer", señaló. Ella nunca había hecho un trabajo similar, pero se ha aplicado en buena forma, ya tiene 2 años y 3 meses de laborar en el taller.

Le pegan de acuerdo a lo que produce, la empresa privada a cargo del proyecto le da el 50% de la producción al penal, de eso un 10% es para Cecilia. Pero no le dan la plata, el dinero es depositado en una cuenta a su nombre en la Caja de Ahorros.

Extraña a su familia un montón, "ya deseo estar en mi casa con mis hijos y mis nietos", indicó. Antes de entrar a trabajar al taller, Cecilia fue evaluada por una trabajadora social, que certifique su buena conducta y con el visto bueno de la directora. Un requisito importante es estar condenada.

Fue condenada a 48 meses de prisión por delito de falsedad, de los cuales ya ha pagado 37. A pesar de que la experiencia ha sido positiva, Cecilia no piensa seguir en el mismo trabajo cuando salga. Espera que se le brinde una oportunidad para ejercer su profesión de contable.

"Cuiden su trabajo, piensen bien lo que hacen y no piensen sólo en el momento, la libertad es algo muy preciado, cuando uno está aquí se da cuenta lo importante que es estar con su familia", fue el mensaje final de esta mujer.

CIFRAS

Cada paquete cuesta B/1.44. De esa cifra la mitad es para el penal y de esa mitad un 10% para las internas.