Luchador por convicción
No hay duda de que el que persevera alcanza.

Rubén Polanco | DIAaDIA

Por no poseer un empleo, Jorge Velásquez, de 62 años, limpiaba lotes para ganarse la vida, y de allí pasó a vender frutas.

Animado por una señora que se dedicaba a la misma actividad, instaló su puesto de venta en las afueras de la Policlínica de la CSS, en Bethania, donde ya tiene 14 años de sudar la gota gorda.

Cuenta que al principio no pensó quedarse por tanto tiempo, pues en dos días montó un puesto pequeño. Sin embargo, una vez metido en eso, decidió batallar duro y no se arrepiente de lo que ha hecho.

Todo lo contrario, trabajó con su plata y sin pedirle préstamo a nadie. "El día que quiera faltar lo hago, porque nadie me obliga a venir", dijo don Jorge.

Confesó que ha tenido momentos buenos. Hubo un tiempo en que vendía hasta 100 piñas diarias. Además, ofrecía a sus clientes variedad de frutas.

El alto costo de la fruta se ha combinado con la situación económica actual, para mermar las ganancias y vender sólo las frutas que más le compran: piñas, papayas, melón y sandías. La experiencia es su máxima aliada para lograr mantenerse con lo poco que obtiene.

Siempre le ha gustado trabajar con sus hijos y demás familiares. En estos momentos su compañera de trabajo es su hija Dalia.

Su labor es dura, debe levantarse a las 2:30 de la madrugada para ir al Mercado de Abastos a comprar las frutas; luego ir al puesto a las 5 para rebanar el producto, y allí se queda a más tardar hasta las 4 de la tarde.

No obstante, el cansancio se ha apoderado de su cuerpo, pues espera que pronto le salga la jubilación para descansar y dejar que sus hijos sigan trabajando.

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