Muy pocas veces en mi carrera como cronista deportiva, por no decir nunca, he escrito en mi columna sobre hechos que no sean de fútbol. Pero hoy he decidido hacer la excepción porque considero que el caso lo amerita.
Y es que la despedida del lanzador Bienvenido Cedeño la noche del pasado martes, en el Estadio Kenny Serracín de David, me produjo mucha tristeza y sinsabor.
No puedo concebir cómo la dirigencia, la liga y las propias autoridades deportivas le hayan hecho una despedida tan frívola e insignificante a un pelotero que durante 22 años se dedicó al béisbol y le dio tantas glorias al país.
Al igual que muchos colegas, creo que Bienvenido se merecía más y en esto tengo que coincidir con algunos de ellos que criticaban el hecho de que al pelotero le regalaron un simple celular en uno de los partidos que se jugaron en el Kenny Serracín, en marzo.
Pero el colmo de males lo observé el martes, cuando el alcalde de David, Francisco Vigil, caminó hasta el "home" para entregarle la irrisoria suma de 150 balboas. ¡Oh, señor alcalde, por poco se queda usted pobre! Más bien creo que su presencia en ese lugar fue con la única intención de figurar y hacer política.
La verdad es que tengo que respetarlo porque a mí eso me hubiese dado pena.