HISTORIAS
Sorpresas

Redacción | DIAaDIA

En esta vida hay personas especiales que, aunque estés pasando por un momento de ofuscamiento, te obligan a hacer un alto y te devuelven la dulzura de tu carácter.

Ring, ring, ring sonó el celular mientras me dirigía a mi puesto de trabajo. ¿Qué es hoy pues? Era mi sobrino que me recordaba que era su cumpleaños, el pasado lunes 16 de abril. Lo había olvidado. Sí, ya han pasado cuatro años desde que ese bebé está haciendo de las suyas en mi familia.

Pero una vez más, me volvió a sorprender, ya que me dijo: "te quiero cantar". Sólo me quedó decirle: "Te escucho". Pensé que era algo de su repertorio conocido, pero no.

A través de aquel pequeño auricular, me coreó lo siguiente: "Bendito Ohhhhhh. Me viste a mí cuando nadie me vio, me amaste a mí cuando nadie me amó.

Y me diste nombre/yo soy tu niña/la niña de tus ojos/porque me amaste a mí/y me diste nombre... Te amo más que a mi vida...". Esa frase caló mucho en mi vida. Casi se me salen las lágrimas, porque no lo esperaba. Y es que sólo tenía quince días que no hablaba con él y en su repertorio no estaba esa hermosa alabanza que también he cantado. Recibí mucha paz.

Aclaro, yo soy católico, pero mi hermana asiste a una iglesia evangélica y asumo que allí fue donde lo aprendió. En fin, me dije: somos hermanos en Cristo. Eso me inspiró para escribir esta columna, pues no importa dónde te congregues para alabar a ese Ser que te ha dado la vida y que merece todo honor y gloria. Si pasamos mucho tiempo en cosas improductivas, es hora de dedicarle el tiempo que se merece Dios.

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