Qué difícil es vivir en este mundo con todas las pruebas y problemas y adicionalmente con los ataques infundados a nuestra dignidad e integridad emocional por parte de amigos, hermanos y personas que están a nuestro alrededor.
Cuanto daño hacen en la vida y corazones de nuestros semejantes los ataques injustos en palabras, las críticas destructivas y los comentarios con mala intención.
Guarda tus labios de proferir palabras injustas y destructivas contra cualquier persona, aunque tus señalamientos se fundamenten en argumentos reales y verdaderos.
Dios no te mandó a criticar, Él te dijo "Ámense unos a otros" y "amad a tu prójimo como a ti mismo". Hablar mal de la gente te paraliza y te impide crecer.
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo". (Lucas 10: 27)
No hables mal de tu hermano, aunque tengas sobrados motivos para hacerlo, elige desahogarte en los brazos de Dios.
Si dices amar a Dios, tienes que amar a tu prójimo también, se trata de una ordenanza de Dios, no de una opción.
"Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes" (Proverbios 24: 17). Si amas en verdad a tu enemigo, buscarás sin falta el bien suyo.
Soporta con paciencia tus pruebas, sin quejarte, aunque parezcan insoportables. Aprende a esperar en la misericordia de Dios. No hables mal de nadie, escoge mejor amar a todo el mundo, aunque parezca un imposible. Dios te bendiga.