Quiere que recuerden lo que enseñó, no a él. (Foto: Anayansi Gamez / EPASA)
Elizabeth Muñoz de Lao
| DIAaDIA
Ese característico aire, entre serio y adusto, de Monseñor José Dimas Cedeño cambió radicalmente el viernes pasado, justo el último día en que ostentó el cargo de Arzobispo de Panamá. Era obvio que el haber terminado satisfactoriamente con tamaña responsabilidad, lo había relajado.
Monseñor recibió a DIAaDIA en el que fue su despacho, un amplio salón que permanecía inmaculado, esperando a su nuevo inquilino, monseñor José Domingo Ulloa. El escritorio relucía de limpio y una Biblia sobre un pedestal parecía hablar sobre el carácter apostólico del lugar.
Este medio había tratado de entrevistarlo desde hacía algunos meses, pero fiel a su estilo, no concedía entrevistas tan fácilmente.
He aquí lo que contestó entre formal, sonriente y hasta con carcajadas, minutos antes de oficiar una misa en la Curia Metropolitana para despedirse de sus colaboradores más cercanos.
DD: ¿Cuál ha sido el momento más feliz durante su cargo como arzobispo y cuál el más difícil? MJDC: Muchos momentos felices he tenido en mi ministerio episcopal. Cuando consagro nuevos sacerdotes... aquí he ordenado una gran cantidad de sacerdotes. Por toda mi vida episcopal, 96, tanto en Veraguas como en Panamá. Y es el momento más dichoso y gratificante como obispo cuando impongo las manos a un diácono y lo vuelvo sacerdote. Eso es lo que más me ha dado alegría.
Otra alegría es ver un laicado comprometido y muy fervoroso en las parroquias y en los movimientos apostólicos. Hay laicos muy comprometidos en los cursillos de cristiandad, en los focolares, renovación carismática y otros más.
Momentos difíciles los he tenido cuando veo que un sacerdote se desvía del camino y hace mal. Cuando vienen personas a denunciar a un sacerdote por mal comportamiento, es lo que más me hace sangrar y sufrir. Por supuesto que son muy pocos, porque la gran mayoría se porta bien, pero nunca faltan excepciones y ha sido muy difícil cuando hay padres que fallan en su vida ministerial.
DD: ¿Qué lo impulsó a hacerse sacerdote? MJDC: Es un deseo interior que nos nace en lo profundo de nuestra alma. No hay una causa externa, ni mi familia ni un párroco, sino que uno por dentro siente ese anhelo de servirle al Señor como sacerdote, guiado, por supuesto, por el ejemplo de otros sacerdotes. Desde niño yo sentí ese deseo.
DD: ¿Siente que en la vida sacerdotal se ha perdido de algo? MJDC: Yo he ganado muchísimo, porque en mi vida de estudiante, en los seminarios donde he estudiado, aquí en Panamá, en Canadá, en Roma, han sido momentos de mucha riqueza intelectual, espiritual y humana. Mucha riqueza cultural, cuando tuve la dicha de ir a otros países y conocer otras culturas.
DD: Hay una vorágine de violencia en la sociedad actual, ¿cuál ha sido el papel de la Iglesia para contrarrestar y prevenir esta situación? MJDC: El papel de presentar el mensaje cristiano en su autenticidad, que es amor, que es comprensión, que es justicia. Cuando se logra llevar el mensaje de Cristo al pueblo, se tiene que lograr la equidad en la sociedad y el cultivo de los valores humanos y cristianos, que es la base fundamental de un país que progresa y que prospera.
DD: Monseñor, ¿es usted tímido o es extravertido?MJDC: La pregunta usted puede hacérsela a los que me rodean. A mí me cuesta bastante hablar de mí mismo, me cuesta mucho hablar de mi tipo de persona, pero cuando tengo que hablar para servir o hacer el bien, yo no tengo miedo a nada ni a nadie.
DD: Cuando ha habido celebraciones especiales y a usted le ha tocado decir la homilía, siempre ha fustigado y criticado a los gobiernos. ¿Usted siente que los gobernantes le han escuchado? MJDC: "Me han escuchado, lo que no puedo decir es que me han hecho caso". Aquí suelta una carcajada, y dice: "Me han escuchado, pero no siempre me han hecho caso, pero yo he querido cumplir con mi deber de denunciar lo que creo que hay que denunciar".
DD: Entre los periodistas quedó la sensación de que usted no era accesible a los medios de comunicación. ¿Fue así? ¿Por qué? MJDC: Porque muchas veces lo que uno dice no lo exponen con autenticidad, lo desvirtúan y dicen otra cosa que uno no ha dicho. Ahí está el temor. Esa es la razón por la cual a veces me he cerrado un poco, por el temor a la distorsión de mis palabras.
DD: ¿Cómo quiere usted que lo recuerde su feligresía? MJDC: Bueno, yo no tengo mucho interés en que me recuerden. Tengo interés en que lo que yo pude hacer tenga buen resultado en los fieles, porque no busco recompensa humana; yo he trabajado por el Señor. Me interesa que lo que he podido enseñar, se viva y se practique.
DD: Cómo ve usted al padre de familia de hoy en día con respecto a la crianza de los hijos? MJDC: No podemos generalizar. Pero un gran sector de la sociedad sufre la desintegración familiar y cuando este fenómeno se da, se carece de amor paterno, materno, y de los valores que se aprenden en la familia. Por eso, hay un grupo de familias donde los niños aprenden a ser amados, y hay otros que no sienten el amor, y además, sienten abandono, sobre todo, del papá. Cuando esto se da, hay carencia de valores y por eso viene la delincuencia, porque se ha carecido del amor en el momento más oportuno, que es la niñez.
Siento que hay un peligro: Se tiende a decir a los padres que no se metan con sus hijos, que no los toquen. Cuando en mi caso particular, mis padres me castigaban, lo hacían con moderación cuando yo hacía mis travesuras, y eso me sirvió muchísimo. Hoy día hay una exageración de que el papá o la mamá no pueden ni castigar ni regañar. Hay peligro en la exageración, hay peligro, pero tiene que haber equilibrio en la manera de corregir, de castigar al niño dentro de los parámetros del amor; que el niño vea que el castigo no es venganza, sino una expresión de amor por su propio bien.
Hay que enseñarle los valores, y también los deberes y sus obligaciones, porque uno es en el futuro, lo que es cuando niño. El ser humano no se improvisa.
DD: En su homilía del Jueves Santo, usted dijo: "ya no podemos callar"... (interrumpe y dice: "ni encubrir") los errores. ¿Qué quiso decir usted con ese mensaje certero? MJDC: Cuando un obispo se da cuenta que le falló un sacerdote, tiene el deber de corregirlo, de ayudarlo a mejorar; pero cuando ve que hay una injusticia, cuando comete abusos a menores, el obispo es el primero que debe denunciarlo a la ley civil, para que se haga justicia, para demostrar que nunca estamos de acuerdo con esos actos en contra de la vida. Somos los primeros que denunciamos, lo cual no quiere decir que vamos a destruir al sacerdote. No. Vamos a ayudarlo a mejorar, pero que se haga justicia y se tenga compasión con las víctimas, porque una víctima inocente necesita ayuda y apoyo. No podemos callar, ocultar o disimular.
DD: ¿Por qué dijo esto públicamente ya al final de su mandato como arzobispo y no antes? MJDC: Porque era el momento, porque hay muchas críticas y acusaciones de que en el pasado, sin pretenderlo, pareciera que no se denunciaba. Porque había mucho dolor al denunciar, pero hoy día vemos que la Iglesia sale a denunciarlo para demostrarle al mundo que no estamos encubriendo eso. Antes no se denunciaba nada por encubrir, era por lástima por alguna de las partes. Ahora hay que tener lástima con el que hace mal y el que sufre el mal. Estamos totalmente en contra de todo aquello que es injusto.
DD: En Panamá sabemos de casos, como la Ciudadela Jesús y María, un padre en La Chorrera y otro en Atalaya. ¿Están estos casos en manos de la justicia? MJDC: Eso está en manos de la justicia y yo espero que la justicia haga su trabajo y siga su curso, pero justicia verdadera, no ensañamiento ni odio.
DD: ¿Cree usted que otros grupos religiosos aprovechan estos casos para empañar a la Iglesia Católica y ganar adeptos? MJDC: Yo no creo que los hermanos separados se valgan de eso, porque también dentro de sus filas hay errores.
DD: ¿Qué mensaje les envía usted a la juventud de hoy, por un lado, y a los sacerdotes, por el otro? MJDC: A los sacerdotes, recordarles que la vocación sacerdotal es un regalo de Dios, por lo tanto, gratuito. Que este regalo de Dios no está hecho para nuestro propio bienestar, es hecho para el servicio de la comunidad con desprendimiento, con amor y con sacrificio, con mucha abnegación. No es uno sacerdote para su propio beneficio, sino para el beneficio de la sociedad y eso exige abnegación, entrega, sacrificio, generosidad, alegría. Nuestro papel es sagrado, porque actuamos en nombre de Jesucristo y la primera misión es evangelizar con el ejemplo. No podemos exigir a los pueblos lo que nosotros no hacemos.
A la juventud, recordarle que ésta es una época difícil, y que no se deje manipular por la sociedad hedonista y consumista. Los que venden licores y los que hacen fiestas prometen a la juventud felicidad, pero lo único que pueden traerle es destrucción de sus vidas. Que descubran sus valores, que persistan en estudiar, prepararse y formarse y serán felices.
DD: ¿Qué hará de aquí en adelante? MJDC: Voy a mi pueblo, a mi Peña Blanca de Las Tablas, a colaborar con la iglesia en mi parroquia natal; a servir en lo que pueda con la iglesia, con la guía del obispo.
DD: Hace unos días, se publicó una noticia en la que se decía que se habían ido muchos adeptos de la Iglesia Católica hacia otros grupos religiosos. ¿A qué cree que se deba? MJDC: Creo que hay una exageración en esta afirmación. Se van grupos, pero a veces esos grupos se decepcionan de las sectas que no les dan los sacramentos y a veces se separan, y conozco muchos casos de gente que ha regresado a la iglesia. Y otra cosa es que no se dice en los medios es la cantidad de fieles católicos que cada día se acercan más a la iglesia, pero eso no es noticia porque no les interesa a los medios.
DD: Muchos padres se quejan de que las catequesis de Primera Comunión y de Confirmación hoy son como una extensión de la escuela. ¿Cree que esto logra el cometido de la Iglesia? MJDC: Las catequesis sacramentales no tienen como objetivo primario instruir el intelecto con ideas, sino formar el corazón y la vida en el amor de Dios, y por eso deben ser vivenciales, más que intelectuales. Eso requiere de catequistas más preparados para esa misión. Por eso ahora toma más tiempo para que el niño no se sienta atiborrado de conceptos, sino que lo que va aprendiendo lo vaya viviendo en la experiencia de un Dios bueno, cercano y amoroso, pero se requiere el apoyo de la familia, para que se dé cuenta que aunque se requiere más tiempo, es para que haya más fundamentación en la doctrina y en la vivencia del amor.
DD: ¿Desea decir algo de lo cual no le he preguntado? MJDC: Decirles a los fieles católicos que el cristianismo no es sólo una doctrina, sino el encuentro personal con Jesucristo vivo, y que formamos una iglesia que es familia, comunidad, impulsada por el Espíritu Santo y llamada a dar testimonio, siendo fermento en la sociedad civil, viviendo en el amor, la armonía y la paz.
Así, ataviado de manera austera, con su vestimenta gris y blanca, complementada con una larga cadena de plata que terminaba en una gran cruz, monseñor impartió la bendición y despidió a este medio con una gran sonrisa, un apretón de manos y un fuerte abrazo. Fuera de su despacho, su personal lo esperaba para participar en la misa de despedida.
LLAMADO
Monseñor llama la atención a la juventud para que no se deje manipular por la sociedad consumista de hoy día.