Aunque los niños no hablen de las separaciones, sí saben lo que está pasando. (FOTO: CORTESIA)
Pilar Lara
| Psicóloga
La separación de una pareja es siempre dolorosa, pero las principales víctimas de todo proceso de ruptura son los hijos.
Hay demasiadas variables que pueden determinar la forma con que cada niño expresa su malestar ante la ruptura de sus padres. Algunos padres pueden pensar que es lo mejor para sus hijos dado que el ambiente en casa era muy malo. Otros afirmarán imprudentemente que a sus hijos no parece haberles afectado dado que no suelen hablar del tema. Sea como fuere, la realidad es que siempre hay consecuencias, sea en el presente o en el futuro.
Uno de los factores más determinantes es la edad en la que se produce la separación. Algunos estudios avalan la hipótesis de que cuanto más pequeños son los niños, más importantes son las consecuencias (a partir de los 2 años aproximadamente).
PUNTOS BASICOS A TENER EN CUENTA:
Es fundamental que los padres sepan desvincular sus problemas como adultos (procesos judiciales, régimen de custodia) de las necesidades de sus hijos ante una separación. Los niños deben percibir un compromiso incondicional de sus progenitores hacia ellos aunque ya no vivan juntos.
Una de las peores situaciones que se puede producir es que uno de los padres intente manipular al hijo en contra del otro (hablarle mal, culpabilizar a la otra parte, crear incertidumbres, etc.). También que alguno de ellos (quizás con mayor poder adquisitivo) le colme de regalos o juguetes para ganar su afecto.
Evidentemente deberemos evitar cualquier discusión delante de ellos para no crear más angustia. No obstante, desde el mismo momento de la separación deberemos hablar con nuestros hijos y enfatizar especialmente aquello que nos une más que lo que nos separa. Explicar (adecuándolo a su edad). Evitar excesivos detalles de las causas de la misma.
Procurar también que los hijos no se sientan en una u otra medida culpables de la situación.
No caer en el error de utilizar al niño como mensajero o espía de lo que sucede en casa del otro progenitor.
Ambas figuras paternas son importantes para el niño. La madre, es la principal figura de vinculación, especialmente hasta los 5 o 6 años. Por tanto, es muy arriesgada, una separación maternal traumática (aunque sea temporal) y sólo debería contemplarse en casos extremos de evidente incompetencia o enfermedad física o mental de la madre.
Recordemos que la separación en los hijos, especialmente en los más pequeños, produce una pérdida de los referentes principales que los mantienen seguros delante el mundo exterior. Su forma de reaccionar, según edad, puede pasar de un incremento de miedos, inseguridad y baja autoestima a manifestaciones de tipo conductual (rabietas desobediencia, etc.). La forma, pues, de combatirlo es precisamente reforzando la vinculación afectiva. Una forma de hacerlo es mantener unos espacios comunes en los momentos de transición de un hogar al otro. Por ejemplo, es habitual que la madre deje al niño por la mañana en la escuela y por la tarde lo recoge el padre. En la medida de lo posible se aconseja que durante la transición de hogar ambos padres dediquen un espacio común (aunque sea corto) para intercambiar información del niño y transmitir la sensación de complicidad e interés por su futuro.
DISCUSIONES
Evitar las peleas en frente de los niños.
Explicar a los hijos los motivos de la separación.